Psychology

La verdad es que están siendo unos días muy normalitos, muy día standard, y es más difícil sacar de ellos algo de literatura. Ayer por la mañana paseé por el vecino Corona Park, donde el pasado siglo se organizó una exposición universal y actualmente alberga el estadio de los Mets y la sede del Open de Estados Unidos de tenis. Allí me dio por pensar en el ego-yo-super yo freudianos. Freud era un salido del copón y su exageración en la importancia del sexo en todo proceso psíquico humano es un cuento chino. Pero la estructura ego-yo-super yo es bastante válida.
Bueno, el super yo es donde puede ir a parar bastante mierda. El ego viene de serie con nosotros, la parte instintiva, biológica, pulsional, y no se puede obviar, ya que se inflama, muerde, explota. Es nuestra parte más terrorista si se le intentan poner presas. Lo que se debería hacer es encauzarlo como un río y dejarlo fluir.
El yo también es irremediablemente existente. Es lo que somos y estamos. El balance, el resultado, lo actual, lo que queda de los tirones del ego y lo que haya de superyo.
Y el superyo es lo más puramente psíquico, lo gaseoso, lo inflado, aquellas estructuras que nos montamos en la cabeza para transformar el ego en psique y convencer al yo de eso. Sí, es la parte más artificial, más alquímica, en la que sublimamos. Los Serrano sodomizan, aquí se sublima, se pone presa al instinto se re-prime, y se transforma en aire conceptual, ya sea religión, ideales, marxismo, maniqueísmo, etc.
A veces el ego es como un gremlin y encajetado en conceptos se rebota y provoca ansiedad, angustia, obsesividad, y es un gran hijo de puta escondido en nosotros mismos. Incluso somatiza, y provoca malestares físicos por las grietas de escape que tenga.
El ego es aquella vocecita que nos dice que nos estamos equivocando, que se cabrea cuando tomamos según qué decisiones... Es la parte más inteligente de nosotros mismos, pero sólo lo es en los primeros segundos de una toma de decisión, después se apaga. Es un puto crack que tenemos, pero es un animal, una bestia, algo visceral. Capaz de tener clarividencia de oráculo, pero maneras de búfalo.
Es un sentimiento listo, pero sentimental.
Necesita al yo, que el yo se equivoque, que el yo re-acierte, que el yo temple, que medie, que viva lo que el ego viviría sólo en centésimas, que el yo hable, se relacione.
La fábrica de conceptos super-yo s.l., se dedica a hacer productos para meter al ego cerradito dentro, productos externos a uno y de dudosa existencia: un Dios que resuelve más cosas que una navaja suiza, una moral conservadora que dice que lo bueno es lo conocido y punto, un axioma que dice que todos hemos de ser iguales cuando la mayoría no lo quiere, etc. Las teorías cuanto más pelos, granos y heridas tengan mejor, las de Harvard o Pedralbes pueden ser grandes pajas mentales. Están las macroteorias religión-marxismo-moral, y están las micro que cada día los martínez y fernández nos hacemos cotidianemente. El ego nos chiva la respuesta al dilema en 1 segundo, pero hacemos oídos sordos y empezamos a montarnos otra película con otro argumento, y hasta puede ser que acabemos haciendo promesas, juramentos o que sé yo, para dar mucha vuelta y acabar en lo mismo. Pero es normal tener super-yo, inflar las cosas, creernos algo, creer que sabemos, hacer teorías... la cuestión es hacerlo con arte, con gracia, y con talento, equivocarse con gracia nunca sabe mal, cagarla solemnemente es propio sólo de losers. Caguémosla, pero nunca con solemnidad, siempre riéndonos, porque quien la caga con solemnidad automáticamente su super-yo le fabrica un paracaídas instantáneo (especie de amnesia), ya que nadie puede tragarse una mierda solemne delante del auditorio. La amnesia del cagón crónico. Ejemplo: polítikos.