jueves, 21 de mayo de 2020

Pacorris

Qué feliz me ha hecho leer a Umbral.
Cuánta belleza.
En su trazo.
La prosa poética más sublime que conozco.
Y qué paradójico.
Qué feo él.
Qué voz de bobo.
Qué soez.
Qué falso rojo que desayunaba con marquesas.
Qué bien se prostituía.
Qué ego.
Se prostituía tanto, que pasó a la historia como prosista poético porque el verso cotiza mucho menos.
Y también porque amaba tanto la poesía como para reservar ese Olimpo a otros.
Si le gustaba un escritor construía arcadas de oro y vestíbulos suntuosos para describirlo con palabras.
Si no le gustaban, los sacrificaba en párrafo público en una horca de improperios y ridículo. Como buen 4 sexual. Sin medias tintas.
Su libro "Las palabras de la tribu" es el libro de un superdotado. Retrata a los escritores hispanos del siglo XX y tendréis la sensación de ver un cuadro viviente, porque Umbral retrataba al humanoide y su genialidad o impostura a la vez, de un tirón, como un medium del lenguaje. Era un psicólogo, un pintor y un catedrático de literatura en uno.
En otros libros era un filósofo sin nada que envidiar a Ortega y Gasset, como es el caso de su libro sobre Ramón Gómez de la Serna, "Ramón y las vanguardias".
Pasó a la historia por su libro "Mortal y Rosa". Que no es bien bien un libro. Son trozos de diarios que empezó a escribir en torno a un evento luctuoso y pleno de dolor en su vida, la repentina enfermedad y posterior muerte de su hijo Pincho, por leucemia. Allí Umbral se convierte en un escritor inigualado. Lleno de optalidones y otros remedios desesperados, hay párrafos cuajados de lo sublime sin interrupción.
Octavio Paz, William Faulkner, Antonio Machado, William Shakespeare, han conseguido pasajes de sus obras gloriosos. Alguna frase escrita por la mano de un dios perfecto, algunos frase y media, otros tres frases, en que cada palabra tecleada es como un clavado gimnástico donde no cabe más belleza. Es un absoluto.
Umbral en ese libro hace eso en párrafos seguidos enteros, ante la respiración suspendida del que lo lee, que está viendo a Dios hecho discurso.
Umbral escribía como meaba. Decía su amigo Miguel Delibes, ese hombre bueno.
Y era verdad. Hizo 117 libros y miles de columnas aparte en los diarios.
Yo recomiendo obras como "Los cuadernos de Luis Vives", "Días felices en Argüelles", "Un ser de lejanías", "Diario político y sentimental" y tantas, tantas otras.
Umbral es un maestro del lenguaje y hace mejor escritor por contagio a quien lo lee.
Es una universidad del adjetivo, con su pase de cuatro adjetivos separados por comas como una ráfaga metralleteada de la esencia de las cosas. Umbral amaba el lenguaje tanto, que su gata se llamaba "Ada o el ardor". Y tenía el odio tan a mano, que tiraba a la piscina de su chalet de Majadahonda multitud de libros de gente que escribía sin talento, acusados de talar árboles y gastar papel en vano.
Yo soy un friki de Umbral. Empecé un blog llamado "Umbralistas" y no conseguí reunir a más frikis para continuarlo. Allá sigue en el ciberespacio.
Me carteo con Bénédicte Buron-Brun, profesora de la Universidad de Pau y principal investigadora y diseccionadora de la obra de Umbral. Ella va cada verano a la "dacha", que es como denominaba Umbral a su casa, el lugar donde escribía, en honor a sus admiradores literatos rusos. Por mímesis transpersonal Umbral pasaba frío en verano, porque había mucho frío en su vida, tanto como para refugiarse en el calor del lenguaje durante décadas desde niño.
En la dacha Bénédicte clasifica borradores y manuscritos, auspiciada por la mujer de Umbral, la santa España (su nombre es España sí). Y yo le voy a pedir que me lleve, a respirar y sentir la energía de esa casa, a ver su piscina mítica tumba de libros, a saludar a los olmos, que tanto evocaba en el final lánguido de su vida, y a ver tal vez al nieto de Ada o el Ardor.
Sobre el final de su vida, y con esto me despido, escribí este poema el otro día camino de la playa...
- La tarde de Umbral -
Umbral en sus últimos libros
como Un ser de Lejanías
o Carta a mi mujer
era un gato enfermo
de hipersensibilidad
Más que hablarla
maúllaba la poesía
Era un hombre derrotado por la vida
mortal y rosa
extraviado en la belleza del idioma
Umbral sabía que se moría
y su ego soberbio y machista
se feminizaba en una lamentología
de muerto dulce
Con rezos a su gata
de nombre Ada o el Ardor
mientras el sádico de Pedro J
financiaba, este embalsamamiento

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