jueves, 21 de mayo de 2020

Se alquila verso para entrar a vivir


Uno de los lugares más bonitos en los seres humanos es ese trozo de nosotros donde prende lo poético. Una porción tierna que es combustible a la palabra y se inflama de belleza. El alma se enciende, los pulmones inhalan un aire más rico, porque unas palabras ondean y se mueven en la gracia. La magia de las voces: cuando el universo entero resuena en el nombrar escueto de un reflejo total de sí mismo.
Es la terapoesía de la que habla Cherif, el lado terapoético de las palabras. El lenguaje es una caja con miles y miles de piezas, como un lego hablado. Piezas sonoras que son minicanciones de las cosas. Que encajen unas con las otras no es suficiente. No basta con telegrafiar la verdad, en un alma robótica.
Cada palabra es un ser, pequeños animales que cuando se unen dan otro, y el poeta debe coser en el aire las dos especies y que al caer en el papel ya sean un animal nuevo, articulado, completo, y grácil.
El poeta ausculta las palabras, las pesa y mira el pelo que tienen, lo lisas que son, qué zapatos y qué cinturón necesitan en un párrafo. Porque en el párrafo todas las palabras niñas se sientan en los bancos de un orfeón, dispuestas a cantar el tema. Hay que repasar las bufandas de las subordinadas, hay que peinar los puntos y las comas, cambiar de ropa aquella palabra bizarra que desentona y mandar para casa a las palabras gamberras que desafinan.
Y llegados a la alta mar del escrito, cuando el lector está entre expectante y cansado, la barca empieza a calarse cuando debe dar la pesca mayor, el momento del chupinazo, en plena cúspide del texto. Para así envolver el regalo que el cliente se lleva a casa, y empezar a acompañarlo colina abajo hasta despedirlo.
Y yo lo único que quiero últimamente es pescar pájaros y oler la música del frío.
Porque la mejor coreografía es la que por inesperada moviliza al lector haciéndolo bailar con los párrafos, desde la tensión sostenida... a las ráfagas de imágenes imposibles O pausándolo. Estirando las eses, sosas, de las frases, serias. Distrayéndolo. Y volviéndolo a bombardear con palabras maíz que palomiten en ideas volantes que huelen a verdad fresca.
Pero ay, quién paga la luz del obrador de los poetas. Qué ropa pueden vestir que dé la rima a su persona. Qué comida es asonante y qué tipo de barba consonante. Cuándo parar de escribirse. Cuándo usar el lenguaje de las vacas y de los oficinistas.
Cuándo colgar al fin la chaqueta de poeta en el perchero, y cuándo sacarse la dentadura que saca banderas de las palabras.
Pues cuando toca. Sin más. Sin compromisos. Here and then.
Bajarse del personaje como te bajas del bus 56 y hablar otro idioma. Ser bilingüe y fiel a la inexactitud, al lenguaje mostrenco y dualista de los lunes, a ese ruido de desdecirnos e incomunicarnos, de pervertir el lenguaje con espejos y hacer el gran monólogo de vida hablada que no va a ninguna parte
Se alquila verso para entrar a vivir Cógelo

No hay comentarios: