jueves, 21 de mayo de 2020

Lancémonos versos como quien se lanza piedras


La poesía
El acto de nombrar el mundo,
y parirlo de algún modo.
Porque, si no se recrea el mundo cada cierto tiempo, el dualismo lo erosiona todo.
La poesía vasculariza los torrentes
por donde circula el lenguaje.
Las palabras se gastan, se repiten,
se clonan, se malbaratan.
Hasta llegar a ser piezas de fábrica,
jarrones rotos, ferretería hablada,
memes que un día fueron poéticos.
En los versos hay paladas de silencio,
de muerte, y también hay versos zombis
o ingenuos que emulan la versificación como en la sección bucólica de un bazar de chinos.
Llegará un siglo que los humanos solo se bajarán del silencio para ladrar poesía,
antes de extinguirse, como en un festival
de fin de curso tras milenios de ensayo.
Llegará un día que pediremos la sal con musicalidad e iremos al lavabo con filosofía.
Los niños son poéticos y nombran el mundo desde lo virgen con su lenguaje de plastelina. Cuando nos crece la razón nos volvemos ingenieros para desgracia de Rilke,
y empezamos nuestro extravío
de jugar a ser inteligentes.
Nos infecta el dualismo como nos infecta el ego. Caemos ante los encantos de la lógica como una civilización de dos mil años.
Empezamos el abandono del cuerpo,
la desencarnación.
A la verdad mutante no le sigue el lenguaje.
Y el lenguaje testarudo y fiscal de ella
la persigue.
El poeta juega a inventarse, a enamorarla,
a ponerle cebos de belleza y que ella los sorba un rato y se quede ahí parada por segundos.
Es un cazador de la verdad, que en lugar de querer apresarla pretenciosa e ilusamente
en un concepto, se limita a ser naturalista
y a sentarse cerca llevándole comida.
La ve unos instantes, le da algo de picar, la observa, y asume su nuevo ropaje en otro lugar.
Quizás es la forma más cercana de sentirla
y transmitirla, después del silencio.
La poesía es brote, la palabra espiga.
El espíritu reverdece en nosotros cuando se recrea, se origina, se dice diferente.
Se pinta un nuevo cuadro jamás pintado
de sí mismo.
Como también kármicamente se condena,
se banaliza, se colapsa, cuando se repite mecánicamente como un eco neurótico.
El universo se duele cada vez que se propaga el 'vaya crack tío' irremediablemente. Cuánto dolor.
La poesía brote, la palabra espiga,
el discurso cualquiera, harina y pan duro
de las posibilidades del lenguaje.
Si Valdano es un extraterrestre en el mundo del fútbol, que la vena marciana de los poetas colonice el mundo y lo someta.
Que capte la mente de mono del miedo,
la enloquezca, y cree una auténtica secta de rapsodas sin sotana. Lancémonos versos como quien se lanza piedras. Lancémonos a la vida como quien se arranca el abismo.

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