sábado, 3 de julio de 2010

Transformers

Y al final siempre queda el inconsciente. Podemos engañarnos, podemos construir y tallar toda la verdad que queramos para nuestra vida, que el inconsciente picará, hará que duela, o creará ansiedad. Nuestro yo nunca pone el punto final a todo esto llamado existencia.

Pero esa ilusión de control de la vida, ese creerse uno el capitán que ostenta el timón, es una falacia. En la vida manda el deseo. Tenemos un dictador dentro y se llama deseo. Se puede someter al yo, darle una vida sucedáneo lejos de cualquier vida realmente soñada, incluso por falta de autoestima se puede justificar la vida más sosa del mundo.
Y no hay nada más amargo que un pero cuando cruzas la meta delante de todos, esa nota agria que va por dentro y adjetiva felicidad con la etiqueta "muy relativa".

El inconsciente se vuelve un hijo de puta si no le damos lo que quiere. El yo, y entendámonos, todos sabemos que el yo es la imagen que solemos proyectar de nosotros, lo que creemos que somos; el yo nos cita a consultas, con su rostro bien humano, y es un experto en timideces, rodeos, excusas, miedos justificados con la firma y la huella de nuestros padres. El yo es un heredero de lo bueno y malo que nos cayó en la lotería de la familia, quien esté limpio de sus padres que coja la primera piedra.
El ego es la parte animal y racial que no entiende de convenciones, es nuestro garante de la felicidad, y explota literalmente, o se apodera de nosotros, es un tirano interior que actúa si no se le da de comer.
Se le llama inconsciente porque no se le quiere escuchar. No sé hasta qué punto quien no es libre enferma. No sé hasta qué punto lo somático conecta con lo psíquico, pero no es difícil suponer que el sistema límbico y el tronco encéfalico tienen bastante que ver.
Se llama inconsciente porque tiene mucho de energía y poco de palabra. Veamos este búho como se transforma en función del entorno (podéis ponerlo a partir del minuto 1):



Todos, toditos, todos, tenemos ese búho más o menos educado dentro de nosotros.

3 comentarios:

Monica dijo...

Jordi, genial el post, no cabe duda que se enferma cuando estas viviendo una vida vacia, pero...a veces el hombre no es libre para moverse segun sus deseos, hay entornos, obligaciones...
Tambien pienso en vidas indeseables para nosotros, por ejemplo, gente del tercer mundo que pasa hambre y se les ve felices, supongo que tienen inconsciente, pero en ellos no es tirano, entonces, no desean? O no son caprichoso? Deberiamos diferenciar entre deseo y capricho, los primeros pueden mover una vida, los segundos destruirla.

Jordi Santamaria dijo...

El ego tiene un resgistro animal y somático, si parte de condiciones de vida precarias, se contenta con cubrir lo básico. En esas condiciones, lo que no hay es superyo, o si está es mágico, animista, y fantasioso.
Y sí, seguro que son felices con mucha menos parafernalia.

carmen dijo...

Distinción atinada entre deseo capricho, Mónica. No lo había pensado

El deseo puede conectar con situaciones de vida duras, por eso tira para arriba y hace crecer. El caprichismo rebaja fuerza, es fugaz y destruye energia para emplearla en deseos poderoros.

Se pacta con el capricho y luego se disfraza el pacto como si fuera la única manera de cumplir con el "derecho" a ser feliz. Pero la felicidad no va por ahí, parece...