Tú II. Barcelona. Siete días después.
De toda la vida, lo difícil no ha sido llegar, sino mantenerse.
Y ahora que se ha ido...
Jordi, ¿es todo menos indescriptible; hay los mismos olores; el tren genial sigue en su raíl...?
Pues bien... ahora no me importaría morir quemado en este fuego.
Porque hay llamas pequeñas y tranquilas, de mechero, suficientes para alumbrar la mayoría de los casos.
Pero esto se parece más a un incendio. Un fuego inteligente que quema todo lo accesorio, como una bonita falla, y encima lo convierte en energía.
Un fuego artístico que hace brillar lo mejor de las dos almas combustibles, en su cotidiana atmósfera inflamable.
Me tranquiliza saber que no se ha prendido una simple llama en el mundo del producto más perecedero.
Me alegra notar que por primera vez se incendia, gracias a esta pirómana de mi alma. Que cuando cierro los ojos parezco estar en una pira y disolverme en ese estado.
Con este natural incendio en mi cabeza, naturales y autómaticas serán también acciones denominadas en el mundo de los no quemados como: locuras. Siempre con clase y con una tonelada o un milígramo de cordura. Desde ahora no tengo domicilio y mi jefe-un servidor- puede despedirme. Jaja, sé serio. Sed serios.
Me basta con alojarme y pasear por ese incendio.
Si el fuego ha de prender, que prenda bien. Para las llamas ya están los mecheros. Si ha de quedar igualmente una llama, que se quede sola mucho más adelante.
Si alguna vez le da por apagarse, 1- que nos quiten lo bailao a lo admirable, 2- el crusaíto, no, 2- que alguien venga y reconstruya esta metamorfosis sin vuelta atrás.
lunes, 28 de abril de 2008
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