sábado, 10 de enero de 2015

Segundo bloque


6 millones de pesetas en 1988 era el coste de unos flamantes apartamentos de obra nueva en primera línea de mar. Notarios, médicos, abogados y empresarios en su mayor parte, iban a ocupar unos apartamentos de blanco inmaculado, suntuosos, con piscina comunitaria enfrente de la playa. Los párkings de cada bloque eran una exhibición de coches de alta gama por donde uno entendía, si le quedaba alguna duda, que todo aquello era un feudo adinerado.
Uno se sabía humilde, sin ese mucho y sin ese poco, tenía unos padres espartanos que difícilmente se hubieran comprado ciertos lujos ni con dinero - pese a vivir en una casa mucho más grande que la de ellos -, tenía un padre despreocupado en el vestir que hubiese sido llamado un "trapero" por los ojos de los niños de esa comunidad. Era en definitiva, un niño pobre en esa comunidad, pese a que nunca lo sospecharon, pero no era uno de ellos. 
Mi característica falta de asertividad y mi falta de personalidad de entonces, me hacían avergonzar de ello internamente.
Prácticamente no he conservado ninguna amistad de aquella gloriosa adolescencia veraniega y pija. Pero nada de eso quita plomo al período más sagrado, mágico y energético de toda mi existencia.

Hoy abro la veda para abordar de pleno el tema de la adolescencia en mis escritos. Y en la inaguración no podía faltar la mención a esa emigración poco natural de mi infancia. Era un niño de once años que seguía a su mejor amigo, quien se mudaba de la casa de enfrente a un kilómetro de distancia hacia el mar. Pero era el tránsito de la clase media a la clase alta, y mi adolescencia inminente se iba a desarrollar en esas nuevas coordenadas.

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