jueves, 26 de agosto de 2010

Todo el mundo ondea

Quizás ha llegado mi hora de escribir.
Hora de era. Momento de luchar contra todo ese ser no-escritor que hay dentro de mí. Salir de este anonimato donde me señalan cientos de dedos campeones y mediocres cada día, y dedicarme a lo mejor que puedo hacer. Me he quedado solo con una pluma. Con el trailer de la ciencia, la escalada de la empresa, nos hemos esquivado hasta ya no entendernos. La colina de los 33 es medio Himalaya si miras a los 20. Nadie ha remontado una década, nadie descamina 3650 días en menos de 3649. El último hombre que quiso remontar una década perdió 20 años.

Soy de esos que no se metió en ningún carril. Esos carriles facilitados sociales que te llevan a algún sitio: a ser ingeniero, médico, hombre de empresa, cualquier ocupación que se dilate 35 años. Esos trabajos comunes troquelados, que alguien ha montado, con muebles, y tertulias en el café, con reuniones, y moquetas colectivas. Ese saber que nadie va a desmontarlo, que se mantendrá imperturbable después de las vacaciones. Esa estabilidad de escenario, básica para el teatro del vivir.

Así, uno siente que ha caído más en esta colina, siguiendo senderos desiertos y solares vírgenes. Uno está solo sin esa multitud de actores secundarios con frase, que no cuentan, pero que son las falanges del esqueleto de un día, y el sabor de todo se vuelve setentero, como con colores menos vivos y con un gusto desaliñado.

¿Me faltan un conserje, una señora de la limpieza, y un compañero pesado? Con ellos tres cada día sería suficiente? Me falta, tal vez, ser Jordi Santamaria.
Al fin y al cabo, se concluye que hemos venido a este mundo para afirmarnos. Para pasear por la calle y se consiga ver bien claro el concepto Soy. El sentido de la vida parece acabar en ser bandera. Ondear. ¿Qué es el ser humano? Una personalidad que ondea. Que ondea y se muere.
Todo el mundo ondea. Creo que me entendéis. Cualquier bandera es una tímida que hace un día el ademán de exhibirse. El viento hace todo lo demás. La gente se mantiene exhibida, con sus gafas de pasta, con su silueta de Gran premio, con su prole distinguida, con su guarida de diseño, con la virtud más pura, con lo que sea. Todos tenemos que ondear al sol, afirmarnos. Si no los demás te niegan. Los golpes de síes son rotundos cada día, hay quien ondea con virulencia.
Es necesaria la violencia de afirmarse, de delimitar bien quién es uno.
Y los demás quieren ser tú.
Y Yo soy: Escritor

2 comentarios:

carmen dijo...

Afirmarse con los hechos modulando la violencia...
Escribe. Esa es tu manera de ser Jordi Santamaría. Y escribe aunque tu bandera ondee sólo en el balcón de tu sentido vital.

Y una apreciaión: mira con benevolencia a tu alrededor

Jordi Santamaria dijo...

Soy amoral carmen.
No tengo principios, y sí finales.
Y los principios que sí tengo me los pusieron, y los acepto, y no se van a borrar.
Me quedo con la volencia, no con la benevolencia prescrita. Que cada cual haga lo que quiera, y que el diablo pueda medrar en el pensamiento y sea la volencia, la que al final se quede con un dios roto o un diablo vencido :)

Y no, en mi balcón no quiero ondear, quiero ondear en la plaza del pueblo con Alaska y los pegamoides. Este blog, el tuyo, es exhibicion. Si esto fuera un diario con llave, entonces sí. Pero quiero vender palabras, ganarme la vida como orfebre del lenguaje.