martes, 20 de abril de 2010

Reyes de la nada

Insomnio en muy mala noche, sólo a horas de inagurar. Peor timing tiene un cólico a las 3 am en Chicago. Si entonces se pudo, ahora más. Un golpe de esfuerzo más cuando quedan pocos, y van decenas.
Hay un trader tetra-atleta cuyo lema, marca y leitmotiv es: I don´t know where the limit is, but I know where it´s not.
Vaya, un manosearse los abismos, palparse las ultratumbas. No me atrae. Aunque quizás soy tan tonto que hago lo mismo sin proponérmelo. Sí, en el fondo, hago cosas sin marcarme límites, y acabo haciendo lo mismo.
Ésta, la de inagurar una tienda Vom Fass en pleno centro de Barcelona, acelerando de 0 a 100 en dos meses y medio, ha sido una experiencia para ir viendo que ahí no está el límite, más allá tampoco, y a estas alturas quien sabe.
Nada de lo propuesto ha sido, sí acorde con una actitud vital de fondo, pero no planeado y sin entrenos previos. "Si te metes en este embolao" decía hace un par de días mi hermano. Y también, esto ha sido un embolao en toda regla, con volteretas y tirabuzones. Y no quería meterme, tenía en mi cabeza algo ordenado y procesual. Ha acabado siendo épica, una heroicidad gratuita, un desgaste innecesario.

En ese arañarse con los límites, y de forma desprevenida, todo se pone en jaque: salud, sosiego, intimidad, trabajo, pareja... Todo trota, y se tambalea, con ciertos momentos de malabarismo. Por ello se le puede titular equívoco, equí-voco. Y de allí a error hay unos pocos decímetros.
No se buscaba nada de esto, y tampoco se ha podido evitar.

Mañana se abre el telón. Empieza la cara B. Llega el final y el fin de toda esta preparación. Es una especie de examen factual acerca de cuán error es el equívoco en el que estamos metidos. Una ventana de ilusión aún queda medio abierta para que el equívoco sea matriz de lo complejo y todo haya valido la pena. Pero la atmósfera es de maratón sufriente que no quiere acabar, de cierto secuestro de vida no deseado que sigue pidiendo rescate.

Aparte de narrar las cosas, y esperar en el futuro, valdría la pena subrayar mi tendencia a los embolaos. Bonitos, singulares, envidiables desde fuera, hasta encomiables, todos con su equívoco, y todos desmesurados, sin límites, en una aventura patán del que hace puenting con los años. Un tic de la desmesura en los proyectos vitales que acaba pagando su precio, su multa, sufriente y doliente.
Este otro trader, que parece guardar cosas en común con el primero, también llega a lugares donde los otros no llegan, también recibe medallas metales de la vida, tan solemnes como ultravacías, seres coronados en un vasto vacío donde no hay nadie. Somos carne para la soledad, un triste destino amenaza donde se te come la soledad. Una estupidez muy barroca, sofisticada y enrevesada, en que en momentos de esfuerzo vamos apartando a los demás. Llegamos a nuestro mundo elegido, envidiado, olímpico si quieres, y nos quedamos solos allí arriba, reyes de la nada.

Es una estúpida exigencia con nosotros mismos, un tic de seguir sacando siempre dieces, un perfeccionismo fiel que me imagino hace que nos gustemos y diferenciemos, y cierto es que nuestra autoconfianza dudo que alguien la tenga. Todo lo hacemos bien, y si no, nos esmeramos sin límite para hacer las cosas mejor. Somos esclavos de la perfección. Lo de la felicidad y el equilibrio no va con nosotros. Quizás es triste que nos sale sacarle a la vida dieces, en lugar de quererle sacar tranquilidad y felicidad. Estamos atrapados por no se qué trauma que hace que nuestra dignidad dependa del perfeccionismo.
Ojalá esta empresa faraónica sirva para placar futuros esfuerzos masoquistas donde se nos va la mano con la exigencia.

Es toda una pena haber sufrido tanto. Cuando no se quería. Ni se necesitaba.
Los alemanes nos liaron. Nos confundieron.
Y nosotros no supimos ni pudimos parar.
A partir de mañana las cosas pueden ir recuperando sentido.
Y respecto a los errores, una vez hechos, saber que pueden volver a repetirse si no tocamos esa raíz desmesurada y perfeccionista.
Siento el rollete.

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