miércoles, 30 de diciembre de 2009

Identidad

¿Y cómo se moldea una identidad? La identidad propia,
aquello a lo que asentimos como un yo incluso a nosotros mismos,
hasta en las grandes bifurcaciones súbitas de la vida,
revisamos nuestra "idea canónica general" de lo que creemos que somos,
y lo asentimos, lo defendemos,
principalmente porque nos gusta.
Defendemos y promovemos un núcleo interior de acuerdo con lo que nos agrada.
Y resulta curioso que el criterio de eso nos parezca tan real y definitivo.

De todas formas ese criterio que nos apalearía o nos engrandecería en el futurible,
esa especie de adn psicológico pensado, pero con mismo poder definitorio,
parece que está enhebrado por el ojal más acertado del universo,
que provenga de los latidos de un sentido de supervivencia del 105 %,
infalible y penúltimo.
Penúltimo porque luego viene toda nuestra torpeza mortal para liar y complicar
en mínima o máxima, esa autopista de veinte carriles que nos regala el instinto.

Pero esa identidad, ariete emocional, de cualquier sueño,
fachada enjuta de todo lo que en el universo nos diferencia del inmenso no-yo,
nuestras entrañas expuestas,
aquello que más duele sin tener espacio ni tiempo,
el ombligo sangriento de las horas,
la raíz cuadrada de la alegría...

es algo esculpido y labrado sesenta años,
muesca a muesca seleccionado,
como un software matemático del alma,
- siempre he creído que este dios tan perfecto y súbito
sólo se aparece en las primeras décimas de segundo de las cosas,
vertiginoso, casi inaprensible -

Tenemos muy claro como somos y sobre todo como queremos ser.
Se nos inflama el alma, cuando nuestros outputs salen mal
cuando en una psicofoto
somos evidentemente diferentes a nuestra imagen-horizonte,
y combustionan los complejos,
los complejos de no ser tan complejos como pensábamos,
y ser simples, sencillos, vulgares, o burdos.
O se nos dota de una muralla invencible,
una membrana de autoconfianza por gustarnos,
de la que no se confiesa, porque se sabe y punto,
modesta superioridad en lo que a no vivir en la intemperie se refiere.

Pero qué curioso este el reloj de la identidad,
un órgano no visible que se mueve cada minuto,
un cardio-órgano que expulsa y añade, se enquista y se pasea,
un continuo objeto de alfarero,
torneado, moldeado, reformado, actualizado,
al que le piden ser contrastado sí o sí.

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