jueves, 4 de octubre de 2012

Umbral y el dinero


Las mañanas siguen siendo luminosas pero están enteladas, las telarañas de gas del otoño, neblinas tímidas, certifican que es octubre en el mediterráneo.

Yo me he alimentado 24 horas de un tarro umbraliano hasta acabármelo, Días felices en Argüelles. En él relata su carrera laboral y literaria. Unas memorias biográficas y no tan literarias, si a Umbral se le puede extirpar intención literaria y si puede dejar de hablar de literatura.

Umbral ha sido tan cínico como todos los que ofertan su alma para cobrar a fin de mes. Ha deseado vivir de la literatura y vivir en ella. Empresa y vocación que consiguió toda su vida. Se exilió del régimen poético porque todo el mundo emigra de la pobreza impuesta, y fue columnista toda la vida porque era demasiado silvestre para ser profesor, y demasiado protagonista para quedarse apolillado en un claustro. Y ante todo, nada rico para vivir de lo etéreo.

Fue una criatura dotada, que tempranamente supo qué podía producir como empresa humana, y acudió a los focos precisos de su filia y talento, sin timideces. Con ese brío e ímpetu del virgen adolescente abriéndose camino en la vida trémula, determinado y breve. La importancia de las primeras veces.
El talento de Umbral acabó flotando en todos los círculos que contactó, en una escalera natural hasta el Cervantes o su último libro.

Umbral tampoco podía ser catedrático y ennoviarse con putas, debía ser independiente y silvestre. Le gustaba ir de canalla y de amigo del Rey a la vez, ensoñaba como todos en ser mil umbrales.
Lo de la amistad, hermandad, con Pedro Jota, entra para mí en las miserias de todo ente biográfico. Todos podemos tener un hermano tonto, o ladrón, pero Paco optó a menudo por postres dandistas que no tienen por qué tener una buena digestión histórica.
A Cela lo amaba, y también sabía que era algo así como el gobernador vigente de la literatura en España. Umbral era un cínico consabido, que sabía que primero tenía que comer y cagar tranquilo, si se quería asegurar una vida literaria, soñada, con su personaje histórico rubricado por él.

Era un monstruo literario, y se alimentaba de todo tipo de literatura sin saltarse una comida. Y es de los críticos más ecuánimes con el esfuerzo y sudor literarios, pese a que el autor de turno fuese desconocido, con otra profesión o cuasi ágrafo. Un crítico genialoide y genial, por como dicta una tesis retratando la esencia de un autor en tres líneas artísticas.

Umbral demuestra en este libro tardío de memorias laborales ser un ejemplo profesional para quien quiera dedicarse a la literatura.

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