jueves, 25 de octubre de 2012

Cómo comenzó Octubre 1/2


Desayuno unas lonchas de Umbral nada más poner pie en la vigilia, tumbado en el sofá que prolonga el despegue motor.
Anoto la hora pasada en este momento, mientras me diagnostico una posible parálisis atlética en mi día a día de hace quince años. Aplazo la enésima autoconsulta médica espontánea y hago caso a un jefe, el buche, desayunándolo de verdad.

Me visto para el perro y poco más, casados ya hace 4 años, y recorro el trayecto a mi nueva oficina. He de cruzar un puente sobre una autovía playera, atravesar una pineda y acabar en la playa. Allí, se ha formado un banco natural junto a la orilla donde recién me he instalado.

A quien no le gustaría entregarse, a esta libertad, a esta aristocracia, orlada de oficio escritor, ahora amenazada por la economía, y cuya cotización repunta. Quién abandona este desierto mediterráneo propio y tallado, para volver a trabajar a casa de los jefes. Quién interrumpe la despedida al verano del octubre y deja de anotar el pasar de las hojas entre los tonos del verde y el rojo.

La amenaza azuza esta vida. Ha sido una semana de fiesta literaria, festival de letras para principiar este octubre, con un banquete cumbre devorando Argüelles y sus felices días. Llegado el viernes, ya hablaba en otro idioma a la gente, pensaba en literario y hasta escribí a David Gistau.

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