martes, 23 de octubre de 2012

Escritores híbridos


Cuando escribo lírico, y no ensayístico, me da la sensación de subirme a un caballo, donde elijo y labro el lenguaje. Umbral no creo que tuviese esa sensación de subirse al caballo para escribir. Estaba bastante rodeado de una atmósfera profesional de líricos y había continuidad entre su vida doméstica y de puertas afuera. Uno no puede hablar así al lechero, a los sobrinos y al conserje de casa, debe bajarse del caballo y utilizar las palabras de la calle y la sala de estar, para no ser retratado o demandado a explicar palabras no terrícolas.
[...]

Este párrafo escrito hace dos semanas pierde verdad. Ya no tengo esa sensación de ponerme un sayo y elevarme a la loma de un caballo, me he habituado al mecanismo intermitente de ladearme a la literatura. Tampoco tengo la sensación de permanecer en una melopea literaria, una especie de sauna mental lírica con efluvios constantes de imágenes y exceso de ideas volátiles con olor a porcelana, que salían de palabras humeantes y destilables. La literatura sale de las palabras que humean y se destilan. Esa melopea de sus gases también está siendo integrada a la casa.

Dice F.U. que el "fuera a las ideas y vuelta a las imágenes", ha sido la gran modernidad literaria del siglo XX. Cierto es, que en mi escritura, recientemente ha habido algo analógico. Una forma de proceder más lírica, que en el fondo es mirar más, y ser más instrumento por el que pasa el mundo y se refracta luego una poética personal. Siempre arrastrando en ese filtro las ideas, pues si escarban en mí encontrarían una osamenta de conceptos y un sabor de las cepas y capas de las ideas.

El ensayista es discreto, como las partículas y las salas de biblioteca. Se carga de mundo como el lírico o como el tendero, pero prácticamente no emite radiación expresiva, es como un recipiente fermentador. Se suele rodear de gente de laboratorio, lee a otros discretos y elige contenidos concentrados. No es que se suba al caballo lírico, ya se ha ido en un globo sonda discretamente y luego no le entienden.
Pero tiene mirada de satélite, goza de un mirador extraordinario para mapear el mundo, pero no es para nada inmanente. Le es extraño sacar el todo de una pequeña parte de la parte, decir el mundo desde una esquina, una tonalidad o una fugaz contradicción, cosa que sí atrapa de cuajo un lírico y sus ojos son como pulgas sensores sobre la esquina, o trazan toda una historia universal de esa tonalidad. Los superpoderes de la literatura tal vez.

Alterno en el estadio, las posiciones de líbero ensayístico y mediocampista lírico, dependiendo de la sustancia a roer. Sé que soy un natafresa, de carne filosófica y respiración lírica, y que la mayoría de las veces se precipita un híbrido. Soy pues una raza mestiza, un escritor sin pedigree. Lo que no soy es novelista, ni relatista, ni ficcionista, no soy del género más extendido y comprado de lo que se escribe en la actualidad, mal que le pese a mi prospección comercial.

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