jueves, 2 de marzo de 2023

𝗔𝗰𝗮𝗱𝗲𝗺𝗶𝗮 𝗱𝗲 𝗣𝗼𝗹𝗶𝗮𝗺𝗼𝗿 𝗥𝗮𝗺ó𝗻 𝗙𝗲𝗿𝗻á𝗻𝗱𝗲𝘇

 

¿Ser o no ser, el único?


He aquí el portal de la pareja no exclusiva.


Va a haber alguien más. Puede haber alguien más. Me abro o no. Pongo vallas a esa posibilidad o las dejo abiertas.


Renuevo cada día mi vínculo o lo doy por hecho. 

Lo cierro. 


Me disfrazo como en las bodas para arrebatarle seguridad y solemnidad al futuro,

o vivo la intemperie real del presente.


Domestico el amor y lo amancebo o sigo a Joan Garriga y tengo claro que 'sin ti estaría muy bien'. Que yo ya estoy satisfecho con mi propia vida, 

que tú no remiendas ningún vacío.

Y que si estás es porque coincidimos aquí y ahora 

y nos hacemos crecer mutuamente.


¿Te dejo libre o tu cuerpo es de mi propiedad sexual? ¿Tu intimidad con otras grandes personas será segada por mi dolor, por mi posesividad, por mi egoísmo? 


Te quiero tan mía que no te comparto.

Tu hondo placer solo puede ser vivenciado de cerca y tenido por mí. El otro es un hijodep si lo hace, nace odio. Tengo que ser el único, tiene que ser exclusivo.


Es fácil darse cuenta que una pareja cerrada no es el mayor estado evolutivo posible para el ser humano. Que tiene sentido desarrollar la intimidad con una sola persona por cuestiones de tiempo disponible y de confusión si permanecemos completamente libres.


Pero no es una elección consciente. 

No cerramos una relaciòn porque haya más amor así, o haya más entrega porque hay más exclusividad. Lo hacenos también culturalmente y porque abrirla es principalmente complicado.


Pero que tengamos que amortiguar la atracción hacia otras personas que surje espontánea sin buscarlo, es antinatural. 

Que eso cree conflicto interno también. 

Es otra manera de ponerle puertas al mar. 

De reprimirme en sacrificio por ti. De castrarnos para que no nos duela.


Porque lo único que se teme es la traición, el abandono, la sustitución, la desatención, desde una desconfianza radical. 

Que haya otro me elimina a mí. 


Y es así en relaciones que ya no se cuidan, que chocan mucho, que ya no se tratan bien. 

Pero no es el caso de personas que sí se cuidan pero no se limitan o obligan a una fidelidad cuasi religiosa. 


Si nace perfecto, si ni me fijo en el resto de humanos preciosos que me rodean, ok, pero que no sea una cuestión de miedo a lo que pasará. 

Que pueda vivir libre de prejuicios y prealertas al relacionarme, que lo haga desde la confianza en lo que me trae la realidad y la vida, 

y no desde lo que está prohibido de antemano o no

La normalidad es una secta

 normalidad es una secta. Es la verdadera secta. Es el gran poblado del miedo. La configuración para cortarnos las alas. El gran engaño. La falsa seguridad que todos nos compramos y vendemos en un mercado fatuo.


Llámame normal o llámame miedoso. 

Apollardado, castrado, domado y domesticado.

Llámame normal y empezaré a quejarme de las grandes corporaciones.

Llámame normal y ladraré que toda la culpa la tiene el sistema.


Como si toda la culpa la tuviera Windows, la interfaz, el software de la realidad.

No nos derrotemos.

Empecemos por el sagrado imperio de uno mismo. Esa cuota que nos dejamos robar en cada movimiento del día.


Repliquemos a la normalidad en cada gesto, en cada palabra. No aceptemos su basura y su vulgaridad.

La normalidad es una programación.

El mundo de lo previsible. La repetición.


Y dejemos de rebuznar que nos quieren así.

Dejen de drogarse con egolatrías los conspiracionistas. Dejen de creerse especiales creando una paranormalidad a la normalidad.

Dejen de ladrar cansinos.


La normalidad es una secta. 

Basada en las estadísticas de mierda.

Rompánlas.

Pónganse a bailar sin guión alguno, descúbranse en ello, dejen que salga el yo auténtico que la normalidad, las normas, lo esperado, las expectativas, dejan encarcelado para siempre.


Sientan, sientan la insatisfacción que no se va.

Sientan el miedo y la incertidumbre que les deja la receta de todos, la receta de otros.


La normalidad es vivir en un mundo fijo y controlable. Es la realidad de los pobres.


Es defensiva, busca evitar lo temido, que nos gobierna desde el pasado. Solo existe por si acaso.


Es instalarse en el por si acaso constante disfrazado de dignidad barata, compartida, arrebañada y pagada.


Y todos hemos estado ahí, por un dolor tan enterrado que a veces creemos que ni existe.


Vuélvanse locos, desarticúlense, encuéntrense de una vez, porque no es para allí, hacia afuera,

es hacia adentro. 


La salida es hacia adentro.

Únicamente con ustedes mismos. 

Cada uno con lo suyo. 

Resolverse viene hacia adentro. 

La magia de conocerse, y saberse mucho más insondable.


La normalidad nos limita.

Nos pega una imagen aceptada y conveniente, de rebaño. Es el comunismo del alma de los capitalistas.


Avaros en lo de fuera y fotocopiados en el alma.

Se puede ser más pobre?

Se puede azuzar más necesidad?


La normalidad es el imperio del engaño.

Es el mayor timo que se le puede hacer a un ser vivo.

La normalidad es una secta. Y mata. 


Es el mayor suicidio colectivo lento que jamás se haya inventado.