Cuando se adquiere un libro, se le respeta, uno lo trata como una bola de plastilina casi acabada, se le otea el índice, se leen las introducciones, las primeras notas de página... Incluso si no entusiasma, se da un salto de mata y nos apilamos al capítulo aquel en el que intuímos estaba lo bueno.
Y si ni eso, se le abandona, se le deja tirado, se le olvida, es una anécdota en la historia de las apuestas de uno.
Tras varios años, se puede topar con él al sacarlo de ajuste en la pata de una mesa, o recogerlo de tu cementerio-estantería de libros, y allí es violado, el índice se traspasa sin más, las introducciones son vilipendiadas, se le coge por la página menos pensada, ahí haciendo de vientre, un párrafo a boleo y váyase a merendar la estructura de la obra en la cabeza del autor.
Y así, más de un libro ha resucitado, ha vuelto a hacer de libro, y no de contrafuerte, sin saber para nada su autor de qué forma violaron su autoría ni lo útiles que fueron sus noches de desvelo para una mesa del Ikea.
Mostrando entradas con la etiqueta Escribir. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta Escribir. Mostrar todas las entradas
martes, 17 de mayo de 2011
Suscribirse a:
Entradas (Atom)