miércoles, 17 de mayo de 2017

Escribe otro


Escribo bien, dicen. No sé si he dicho alguna vez que no escribo yo. El Jordi común, mayoritario, del día a día se comunica fatal. Mi versión oral de mí mismo está coja y suele ser muy torpe en arrancar. Cuando cojo velocidad de crucero aún empezamos a trenzar. No sé si he dicho alguna vez que la presencia física de desconocidos bloquea mi soltura, me sale un reverencial respeto, y soy un tímido de manual.

Es por eso que ante el papel en blanco fluyo de una manera muy diferente. Los otros están pero apagados y silentes. No hay otro ritmo que el de mi cabeza a solas, encontrando su ritmo más adecuado. No es lento, es bastante fluido, pero no tiene las interferencias situacionales que empobrecen su comunicación. El papel en blanco hace de vacío fértil.
Entonces sucede que siendo yo el agente, las palabras emanan de una instancia interior que parece que me dicte las cosas. No es así, no me las dicta, no soy un disociado mental, pero algo dentro se pone en marcha tal que los duendes de la cabeza. La inspiración, el aliento, la acción, que viene de lo hondo de la cabeza y transfigura. El talento, poco o mucho, a quién pertenece? Es tan fácil creérselo. Mis dedos son los que escriben... Es tán fácil explotarlo... qué sé yo, echar unas gotas ante el sexo opuesto y dejar que actúe su efecto embriagador y letal para seducir. El talento es escaso y mal repartido. Yo diría que sólo nace de dos padres: esfuerzo y sufrimiento. En mi caso todo el gimnasio de empollón de pequeño y toda mi historia de sufrimiento en la alta adolescencia. Músculo, potencia por un lado, y flexibilidad a la fuerza por el otro.

A fecha de hoy, toda esta sarta de trofeos personales que son los escritos, son como un cuadro de un baúl lleno y abandonado en la buhardilla. He aprendido que no son míos, no soy tan yo el que los hace. En estos tiempos que nos queremos cargar al ego, que nos hemos dado cuenta que hay una sutil dimensión superior a nosotros (sí, voy de yogui y esto es el parque yellowstone), sé que mis escritos se pescan más bien en un lago colectivo del cual tengo la suerte o la desgracia de tener la llave, una llave.
Creo que no os lo había dicho. Quizás hago copias y os dejo alguna debajo de la puerta. ¿Qué llavero queréis?