La niebla es legendaria porque es una sustancia de la desmemoria. Y este octubre es niebla recién parida. Yo almaceno todas las estampas del campo en mi teléfono manzana. Y con estos ingredientes atmósfericos se ha guisado Irlanda en este amanecer del mediterráneo, una tempranera estampa celta que evaporará su mílimetro de frío de las cosas y dejará volver al mediterráneo.
La cosa umbraliana me envalentona y me confirma mi vocación de escribir. Hay personalidades célebres que levantan filas de voluntarios al llegar sus biografías a los oídos, con la de Steve Jobs por ejemplo, también se le despiertan a uno sus instintos tecnológicos, son carreras ejemplarizantes, guías de viaje vocacionales y modelos de que los sacrificios perpetuos sí que pueden tener mucho a ver con la palabra consagración.
Digamos que mi armamento lírico en catalán es limitado, por eso uso el castellano para pintar. No fui nutrido en imágenes ni palabras tintero en catalán, pese a que es mi lengua doméstica y se normalizó como el país. Pero no me la tallaron, y en el zurrón falta mucha lectura poética en catalán, que no se da en la calle, y toda esa lluvia lingüística de la infancia que cayó en idioma castellano.
Espero que esta época prolífica sea la de unos astilleros. Unos astilleros literarios donde se hace navío y se mejora en el oficio. La consecución de un hábito, el mero acostumbrarse, a confesar mi lírica al papel preñada de conceptos. Mocedad de una lozanía, carrera futura.
jueves, 25 de octubre de 2012
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