jueves, 15 de noviembre de 2012
Y este barco en el que navego, esta barca literaria que no sé adonde va. No me estreso, no marco destinos ni estaciones. Veo borrosa a lo lejos alguna silueta cuando hace buen tiempo. Pero sigo faenando y pasando el día día. Satisfecho de la pesca.
Tras volcar en mí, láminas de Mortal y rosa de las que elaboro un mural, continuo viviendo, habitando la casa todo encharcado de lírica, transmutado el día oficial y burocrático, en una aventura íntima que es de lo que trata la vida desnuda en el fondo, la no anestesiada y drogada de ataduras y deudas. (Porque los hijos vagamos también pagando las deudas contraidas de los padres, lo heredamos todo).
A veces no detecto la sed lírica que se produce al no desayunar unos buenos textos. Puedo estar unos cuantos días viviendo de mi lírica remanente, pero se empieza a notar una sequedad expresiva que reifica ingiriendo de nuevo lírica a cholón de otros/otro.
Intento tematizar mis escritos con otra cosa que no sea el tiempo y las mañanas, pero las otras cosas son radiaciones remotas que participan llegando molecularmente a mis días. Y este plástico arrojado en el campo ya es un testimonio de poliuretano de la civilización en la que vivimos, un cuadro ilustrador involuntario, huella y prueba por la que investigar, tirar del hilo y aparezca atado un palacio y una red suburbana de metro adherida.
Compruebo que mi cámara lírica es este salón, que sigue aquí por la noche y la escritura vuelve a gravitar en torno a él. En el exterior no hay más que negrura y la expresión lacónica de algún vecino. Los paseos no conducirían más que a la ceguera del bosque nocturno, o máxime a una playa condena a la soledad, cámara frigorífica del tiempo. Hoy por no estar no está ni Kobe. Este salón tal vez tendría que envejecer, volverse denso de maderas viejas, un salón rizado y barroco, que respire, que comunique, que refleje. Hoy es un jovenzuelo a los veinte con el pelo recién cortado.
[...] Tengo el hilo de la lírica un poco perdido. Los últimos escritos dan más bien estopa, porque dar cera en este país es algo fácil y puesto a huevo. El otoño, que es un invierno suave, ha regresado. Las faringitis iniciáticas se han ido. Éramos carne playera y tostada mal programada, nos tuvimos que dar un baño de frío, para pulsar botones y cambiar todo el cuadro de mandos, reprogramar todos los parámetros de nuestras pieles, que ahora ya han mutado a modo callo y están preparadas y tienen de todo para el frío. Nuestras pieles tenían un problema de actitud.
La lírica es como una fruta y su frescura, es fruición experiencial, y sin novedad, si no se refunda, se oxida y empieza a fenecer como una manzana, ya transfigurada. A la lírica le va mal el estatismo y la repetición, agitar antes de volver, hay que agitar la vida de vez en cuando y disolver esos sedimentos para que aparezca la lucidez.
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