viernes, 9 de noviembre de 2012

Alicatados neuroquímicos


Me escapo a la montaña, que es lo opuesto a la playa. Por la noche me entraron las nubes por las orejas, y ahora yo y el día estamos nublados.

Existen dos clases de receptores en el cerebro. No es fácil hacer una metáfora de un receptor cerebral, ni de los contenidos hondos de la ciencia, por su lenguaje unívoco, la metáfora debe ser más que afilada. Existen los receptores ionotrópicos, y los metabotrópicos, los primeros de cambio inmediato, los segundos de cambio madurado. Así, hay medicamentos, sustancias con diana en los segundos receptores, que tardan 30 días en producir efectos, debido a este cambiar mediato y progresivo operado en sus teclas. Los receptores serían codificadores, depositarios del fluir del lenguaje cerebral, neuroquímico, que después emite en la conducta, cotidianeidad, y vida de todos nosotros. Se puede alterar la vida, como se puede alterar ese código neuroquímico del cerebro, cambiar nuestro comportamiento, nuestra sustancia viviente y rectora, mutar esencias por arte molecular y sintético.

No hace falta ingerir farmacopea, para que el lenguaje cerebral cambie de registros, él solo no para, y nuestro quehacer diario ya lo va moldeando. Cambios de hábitos sí que pueden ir afectando a los codificadores y mutar su coloquio conductual. Pero a veces esos cambios involucran los receptores metabotrópicos, existiendo una fase de muda de piel, un período de obras algo confuso. Los ionotrópicos son una especie de puente-kit preconstruido, que se despliega al instante y media conductas. Los metabotrópicos (usted, no se me duerma), requieren de un proyecto, licitación, obra mayor, hasta de un permiso de obras afirmativo, que a veces se posterga y queda en eso, proyecto conductual aplazado en el tintero.

Estos nubarrones colados en mi mollera, parecen efectos adversos de las obras de mi azotea, que pasó desde octubre de otra cosa a escritora. Debe haber andamios por el ático, yeso, humedad recién pintada. Y los receptores metabotrópicos emitiendo cual antenas, como telégrafos transmitiendo el nuevo mensaje, que tiene segundos significados filtrándose en otras áreas nada escribanas, como las suprarrenales o el coxis. Mutar es trastocar teclas hasta que se capta el hilo de la cosa.

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