Salgo a la playa, y amanece un día para ser vivido. Unas colonias del verano en noviembre, tránsfuga y colegial, que viene hasta con cantimplora.
Me pongo a callejear la orilla. [a los 18 me pateaba playas como quien seca a la vida, con el cerebro adulto recién instalado. Exprimía el mundo como nunca he hecho, con una impaciencia metafísica .] Hoy hasta se ha formado una repisa de tierra en el mar y un río perpendicular previo, un fenómeno paramarino. Una doble orilla que cantabriza el mare nostrum. Todo es paz, porque el verano está sin su inflamación, calurosamente gélido, que es la temperatura de la paz. [Y ese chico, cómo ha crecido, desde que lo vi hace ochenta metros, parecía un zagal, y pasa ya de mozo.]
Soy un turista improvisado de esta mañana, y recojo un catálogo de fotos sobre la marcha.
Los lectores olfatean a lo lejos el defraude de mi escritura. Aquí no pasa nada, cuándo se desnuda, cuándo se derrumba, cuándo le aguijonea la tragedia. La lírica es una mala película, es muda. La violencia brilla por su ausencia.
Hombre, si notáis que paro, es que me he muerto. Mas no esperen tensión entonces, pues notaréis la flacidez de la nada.
No lo sé, no sé qué tiempo ni qué mar hará allí adelante. Se capeará, y se transmitirá sin invadir vuestras casas de injustas penas vecinales, y así vosotros tampoco os alegraréis de mis tropiezos. Que es como amanecen las malas noticias de nuestros deudores de energía sorbida. Será un intercambio económico, transacción voluntaria y amical. Ojos y calor por vidrios líricos, que se enconen en los ojos. And again.
El lírico es un vidriero. Qué me importan los vidrios muertos de Murano, con un precio-ataúd. Los muranos del mundo viven para sorprenderlos en su gestación, em sus obradores, cuando algo que no sé lo que es, se hincha en vidrio viviente, una criatura que muta y late a cada segundo, un ser vivo soplado, siendo modelado, que es como ver un parto mineral, una secuencia de la Creación del mundo. El público que lo vemos no somos más que escolaridad.
Luego ya, ese vidrio inerte, no es más que la sepultura y el apagón de la vida, un souvenir de la Creación concreta, duro, con tacto de hueso y cadáver, que pide ser vuelto a crear y latir.
Los altares y amuletos deberían ser de vidrio tapado, por fundas o por ojos cerrados que no los miran, y así los olvidan inertes, y evocan la ilusión del vidrio bufado y la Creación de la materia. Imagen energética, magma creativo, mantra visual.
Toda esta escritura, letras que supuran, literatura, me la ha transfusionado el día espléndido. Me la ha fermentado todo ese Umbral de Mortal y Rosa que llevo enconado en el ojo, como él dice, porque somos un tonel de sedimentos que va paseando lo climático.
No-corto y cambio.
Me pongo a callejear la orilla. [a los 18 me pateaba playas como quien seca a la vida, con el cerebro adulto recién instalado. Exprimía el mundo como nunca he hecho, con una impaciencia metafísica .] Hoy hasta se ha formado una repisa de tierra en el mar y un río perpendicular previo, un fenómeno paramarino. Una doble orilla que cantabriza el mare nostrum. Todo es paz, porque el verano está sin su inflamación, calurosamente gélido, que es la temperatura de la paz. [Y ese chico, cómo ha crecido, desde que lo vi hace ochenta metros, parecía un zagal, y pasa ya de mozo.]
Soy un turista improvisado de esta mañana, y recojo un catálogo de fotos sobre la marcha.
Los lectores olfatean a lo lejos el defraude de mi escritura. Aquí no pasa nada, cuándo se desnuda, cuándo se derrumba, cuándo le aguijonea la tragedia. La lírica es una mala película, es muda. La violencia brilla por su ausencia.
Hombre, si notáis que paro, es que me he muerto. Mas no esperen tensión entonces, pues notaréis la flacidez de la nada.
No lo sé, no sé qué tiempo ni qué mar hará allí adelante. Se capeará, y se transmitirá sin invadir vuestras casas de injustas penas vecinales, y así vosotros tampoco os alegraréis de mis tropiezos. Que es como amanecen las malas noticias de nuestros deudores de energía sorbida. Será un intercambio económico, transacción voluntaria y amical. Ojos y calor por vidrios líricos, que se enconen en los ojos. And again.
El lírico es un vidriero. Qué me importan los vidrios muertos de Murano, con un precio-ataúd. Los muranos del mundo viven para sorprenderlos en su gestación, em sus obradores, cuando algo que no sé lo que es, se hincha en vidrio viviente, una criatura que muta y late a cada segundo, un ser vivo soplado, siendo modelado, que es como ver un parto mineral, una secuencia de la Creación del mundo. El público que lo vemos no somos más que escolaridad.
Luego ya, ese vidrio inerte, no es más que la sepultura y el apagón de la vida, un souvenir de la Creación concreta, duro, con tacto de hueso y cadáver, que pide ser vuelto a crear y latir.
Los altares y amuletos deberían ser de vidrio tapado, por fundas o por ojos cerrados que no los miran, y así los olvidan inertes, y evocan la ilusión del vidrio bufado y la Creación de la materia. Imagen energética, magma creativo, mantra visual.
Toda esta escritura, letras que supuran, literatura, me la ha transfusionado el día espléndido. Me la ha fermentado todo ese Umbral de Mortal y Rosa que llevo enconado en el ojo, como él dice, porque somos un tonel de sedimentos que va paseando lo climático.
No-corto y cambio.
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