miércoles, 21 de noviembre de 2012
Chaquetas argumentales
En este blog uno se puede intentar miniaturizar y ponerse a pelear con pequeños monstruos que tenemos en el cerebro; o poetizar los amaneceres, sacar el polvo a palabras desvaneras... pero lo que triunfa es hablar de bigotes, Gandía Shore y fútbol.
¿Que lo qué?? Neurotranmisor? Huero, ralo, abyecto??
La tumba del bigote, post populista con fotos, un ensayo sobre la decadencia del bigote a finales del siglo XX. Una chanza bufonesca que halla lugares comunes.
Si uno ha de escribir pensando en el churrero y el arribista, que se quemen todos los diccionarios y las ideas con pretensión de belleza primero. Yo escribo para los perros, para los monos, hasta para las iguanas. Para los animales libres. Y en este listado se cuela algún humano con una herida musical, a ojos de los forofos con-sin bola de esclavo.
La ignorancia es la felicidad pero también es baba de perro, hijo avergonzado de, desfile franquista, almacén de complejos. Y la ignorancia es un cáncer económico letal donde pasa. Se me ocurre el caso Gaspart, ciclón de la ruina, peligro público, sentimentalismo de rastro, forofismo barato, gilipollas con corbata.
Cuando polemizamos, siempre nos ponemos una chaqueta temperamental, y no siempre es la misma. Si nos conocemos bien, sabemos que según nos pille, tenemos poses moralistas y ejemplarizantes, momentos super-relativistas, retahílas inquinosas y misántropas, posturas pasotistas, o diretes quisquillosos con el polemizado.
Cuando nos subimos al atrio improvisado de una polémica, ya con tensión sobre un tema social, deportivo o filosófico, nos ponemos la chaqueta que nos sale, y a veces no pasamos ni una, otras adoptamos un tono comprensivo y pasota, o bien arrasamos con lo que sea porque ese día no estamos para pintamoneces.
Cada cual tenemos nuestro escaño parlamentario de bar y sofá, y con la venia señoría, amainamos o nos encolerizamos según rote al avatar de ese día.
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