miércoles, 21 de noviembre de 2012

Lírica amenazada


[Crónica del pasado viernes]
Tengo el hilo de la lírica un poco perdido. Los últimos escritos dan más bien estopa, porque dar cera en este país es algo fácil y puesto a huevo. El otoño, que es un invierno suave, ha regresado. Las faringitis iniciáticas se han ido. Éramos carne playera y tostada mal programada, nos tuvimos que dar un baño de frío, para pulsar botones y cambiar toda la consola de mandos, reprogramar todos los parámetros de nuestras pieles, que ahora ya han mutado a modo callo y están preparadas y tienen de todo para el frío. Nuestras pieles tenían un problema de actitud.

La lírica es como una fruta y su frescura, es fruición experiencial, y sin novedad, si no se refunda, se oxida y empieza a fenecer como una manzana, ya transfigurada. A la lírica le va mal el estatismo y la repetición, agitar antes de volver, hay que agitar la vida de vez en cuando y disolver esos sedimentos para que aparezca la lucidez.

[...] Examen universitario de Psicofarmacología. Racimos de gente recitándose e inquiriéndose pedazos de asignatura por los pasillos. Revoloteo cortical en el ambiente, día D, tras ser un ejército adormecido en las clases día tras día, por fin brincó la vida. Cada cual en el racimo de su clan, con los suyos, tañidos en día de etiquetación. No es una capacitación, es una prueba mnémica, un virtuosismo de memoria. Tal vez esta absorción memorística se haya llevado consigo la ingrávida lírica.

[...] Me muevo por la ciudad este viernes noche como un estilete gráfico, soltando palabras travesía tras calle. Pero estoy cansado y no llego a sacar la red que deposite el humo literario que supura.
Tenía toda la lírica de la semana atragantada en la laringe, y ahora sale desembozada. Un post descorcha la escritura, el segundo ya sale en borbotón. Se lirifica toda Barcelona este viernes por la noche y me obligo a volver a este lienzo a pintar. Soy un perro ciudadano, urbanita, como la mayoría de vosotros, me he criado en arcén y edificio.
Acabo en una arepería recién estrenada para avituallarme, y así dejo que viaje la boca mientras recargo baterías.

[...] Arrastro un manto de vísceras en el cansancio resacoso. Los órganos, que tienen localización difusa dos metros a la redonda, están todos a la cola, pesando más, arrastrados, y tirando fuerte de la frente ajustada, que cede a la cefalea.
Soy una virgen resacosa que arrastra en su manto las pesadas auras de sus órganos. La penitencia del insomnio en sábado. El cuerpo hueco, tronco suspendido. Todo lo revifica un baño de sueño, el ronquido plácido de las células. Porque las células no sonríen - como mi perro - sólo trabajan.

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