Es fin de año y si uno se gira ve el lomo de todo el año justo detrás. Creo que es acertado imaginarse el año pasado en estos 31 de diciembre como una pista de 400 m en lo que a mi ocupación laboral se refiere. Para las otras ocupaciones, sin esa necesaria tensión ambiental, uno puede sostenerse en diseños mentales más lineales o incluso olvidarse de ellos, aunque el circuito como ovalado es el que suele venir a la mente.
Se supone que ahora tendría que hacer un balance del año, como inducido por la fecha y lo convencional. Se da por asumido que hoy he de ir diciendo feliz año como un poseso a troche y moche, y que estas navidades me he de comprar una cafetera nespresso. ¿Es una enfermedad la convencionalidad? ¿O los enfermos somos los atípicos? ¿Es algún bálsamo el consenso público y la bajada de manos de la imaginación? ¿Es tan propio de la raza humana como los rizos en los caniches?
Sólo queda el consuelo de rebuznar, de quejarse, de sacar ironía acumulada que de esa nunca falta. Menos mal que a quien me lee también le hiere esa huelga sinvergüenza de la lucidez, y ese apoltronamiento en lo que un director de marketing les sugiere, como en una misa de tiendas.
O sea, estoy cerrando el año quejándome de la tontura del mundo. Será que hoy no tiene por qué ser 31 de diciembre del 2008, o me conviene que no lo sea.
Ayer como propuesto, no tome más pastel. Hasta saboreé un poco tener una mente pesada, con sus compartimentos estancos, como todos los días. Mi mente no volaba ni se arremolinaba iluminando secretas relaciones entre las cosas, a la vez que perdía las coordenadas habituales y necesarias del mundo. Cierto que tal experiencia es viajar, sin moverse ni tomar aviones, viajar por dentro de uno.
Y ahora sí cierro el año haciendo balance de lo que me interesa. Éste ha sido el año que más he escrito de largo, quizás acabaré diciendo a diferencia de los tenistas que afirman haber tenido su primera raqueta a los dos años, que yo tuve mi primer pseudo-libro a los 31. No sé si es un retraso emocional o una no voluntad escritora. En el fondo sabemos los que lo hacemos que es un trabajo, que uno se exprime la mollera, y se cansa e intenta dar lo mejor de sí. Pero que tal vez uno tiene más propensión a expresarse oralmente, o a laburar con otros sistemas de trabajo; yo creo que tengo más constitución de investigador que no de escritor, ahí mi sistema hacedor encaja más.
Dentro de mí corre otra vida que no fue, habiendo estudiado medicina o farmacia, y dedicándome a la investigación bioquímica en algún laboratorio. De hecho me he dedicado a ello algún año, buceando neuroquímica de los psiquedélicos, y puede ser que en un futuro se encuentren la vida vivida y la vida no escogida, de aquí unos años, y prosiga esa investigación que por cierto continua a su manera en Amsterdam.
Me he topado con un compañero de viaje, David, que le sucede como a mí bajo los efectos de los psiquedélicos, se pone a analizar estructuras cerebrales y las desconexiones e inhibiciones resultantes de la ingesta. Compañero y hermano.
Que tengan una grata tarde y noche de miércoles.
miércoles, 31 de diciembre de 2008
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