Bienn, ya me dediqué a vivir un rato, y cuando le vive a uno la vida mucho, se producen posts como esporas; tengo diez en el horno, así que los iré sacando poco a poco.
Empecemos por los menos transidos por lo trascendente, arranquemos livianos.
Todos hemos tenido grupetes. Los grupetes del cole, o del insti, para los niños de colegio de no pago y sí apertura. En el mío, existía un factor cohesionante un poco bizarro: el deporte que practicabas. Desconozco si las líneas del campo de basket contenían algún germen de la amistad, pero los grupetes unían a la gente por los del fútbol, los del basket, los del hockey, etc.
Una amistad y cercanía cimentada alrededor de los entrenos y los partidos. Hoy en día seguimos quedando de sandías a uvas los amigos de Maristas para cenar, y todos los sentados en la mesa emulábamos a Epi y Solozábal, no hay ningún elemento extraño que llevara stick de pequeño o espinilleras.
Y es que las reuniones humanas muchas veces son agolpadas, desordenadas y descuidadas. Nuestras generaciones se han esmerado mucho en elegir a la pareja del otro sexo, pero han dejado el grupo de amigos como algo secundario en cuanto elección y criba. El amor ha sido medio sagrado, pero los colegas simplemente bienvenidos a la próxima a montar, sin nada de coladores, ni posteriores evocaciones. También habla un romántico converso, jeje.
Al final, las parejas crecen, se reproducen y perecen. Es algo que por fin la gente empieza a creer. Los colegas siguen ahí esperando en un número de móvil o un casillero del facebook. Relegados, postergados, por la XX de turno, ya que somos XY y poco más podemos hacer. Pero si sumamos, quizás hemos pasado más tiempo con ellos, que nunca se han ido ni han explotado como aquellas desconocidas, quizás estamos más destinados hoy en día a re-cabalgar con ellos para siempre, tras la enésima prueba de cuadrar el amor o la estupidez, elijan el nombre. En la estepa a partir de los 30, por allí campan unos y otros, donde ya no hay camisetas para casarse ingenuamente, y sí tribus y caballeros haciendo pelotón hacia algún sitio, en medio de la desorientación. ¿Cuando perdimos un ojo? ¿O es que simplemente llevábamos gafas?
Y aquellos grupos del basket tan felices y de caña de crema tras la ducha de un entreno...
jaja, no volverán nunca (con voz de malo maligno : )
jueves, 11 de diciembre de 2008
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