Creo que he tenido pecados, defectos, fracasos, muy veniales.
Mis defectos y mis fracasos nunca han sido denunciados, ni casi dichos. Nadie ha hablado mal de mí a la cara, casi absolutamente nadie.
Eso es muy malo. Porque si no me han hablado las personas, me ha juzgado y sentenciado el mundo.
Por ejemplo, es venial haber fracasado tanto tiempo en dejar de ser gordo.
Pese a ser un deseo vigente en el transcurrir de los meses, falla su materialización año tras año. Es un fracaso venial, nadie osa llamarme bien alto gordito de mierda, o milímetrosexual asqueroso; pero es el mundo el que da con el látigo y sentencia. Me deja claro que no estoy en el club de los bellos (porque la belleza física sepa yo, existe), que mi estampa y mi cuerpo pertenecen a una tercera división de barrio. Eso es fácil de notar palpado y sentenciado porque es así, yo no juego en primera, yo soy rechazado cada día de ahí. No hacen falta carteles, los signos sutiles a diario bastan.
Y cualquier gorderas miente si dice que eso afecta cero, a no ser que esté uno muy muy gordo. Al tonto le jode notarlo, al feo verse, al gordo perderse, al malo en algo no por años luz, sino por márgenes salvables, a todos ellos les jode recordáselo. No me merenguéis piadosamente, es así.
Y éste puede que sea el comunicado oficial de mi gordura.
Porque siempre tenemos una ventana a medio cerrar, por si se cuela un régimen, o una vara mágica que nos cambie en 10 segundos, así de ilusos, ilusionados, viven los fracasados, hasta negando toda la verdad, hasta no saliendo en ninguna foto como si eso arreglase algo. Lo mismo hace el poco inteligente, haciéndose invisible ante demandas cognitivas del mundo, o el feo muta su cuerpo en un gimnasio con vigor hasta disimular su faz.
Yo fracaso, tú fracasas, él fracasa. Es sano conjugarlo.
Todos necesitamos el éxito. Llámelo recompensa . Sea éxito de etapa o de regularidad. O de supervivencia robusta.
Todos queremos una conclusión. Un punto final de algo con buen sabor de boca. Un sentido, cosido. Fracasar es haber hecho algo, y concluir que no se ha hecho, aquello que creíamos que estábamos haciendo. Muchas veces era algo no resuelto, una ilusión de. Pero todos hemos besado la amargura de la lengua del fracaso.
Yo, no he fracasado, sólo estoy fuedtecito Jeje!
martes, 31 de agosto de 2010
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