sábado, 28 de agosto de 2010

Ser rockero es dadaísta

Ya no sé muy bien qué es el rock. Parecía que era un deje con fundamentalismo de actitud, una filosofía?!, una pegatina adhesiva de identidad para sus seguidores, una proclamación como de principios ¿pero el rock fue alguna vez más allá de la música? ¿No llegó a similar estado religioso que el surfer? ¿No es el rock un pop algo más rizado, estilado y rebelde? No ha sido el órdago más usado por gurús de poca monta, filósofos de barra y predicadores de puerta de WC?

Porque al fin y al cabo, alguno hizo otra cosa que repetir 500 veces sus 20 canciones en un escenario? O era la droga aquello que les ponía en un altar de sabiduría de un segundo, y les hacía repetir su vision profética y catátonica del rock como forma de vida sempiterna más alla de la radio. Porque que yo sepa, el rock tenía su fábrica en la radio, y su iglesia en las tiendas de ropa.

No me cae mal el rock y los rockeros. Pero veo en ellos el canto más de cuero de lo naïf, de lo dadaísta. Ser rockero es dadaísta. Esa ingenuidad de perogrullo de creer que hay detrás una forma de vida única sustentada por cuatro acordes salvajes. Jugarse algo de vida entre olas de 12 metros todavía es algo como polinésico y ancestral que admito como épica cual correa de transmision de una forma metáforica de vivir.
¿Pero el rock? tan dependiente de la moda, de lo estadístico y caprichoso, que no. Que se ha quedado como un deje, una muletilla de afirmacion psicológica, un fardar, un farol. Muertos los monstruos, muertos los grandes líricos del rock, si hubo alguno, el rock está muerto como doctrina y casi como género musical amigos.


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