Pues hoy podría haber empezado un libro. Ha empezado un borbotón lírico que si bien no tiene tema alguno, va silbando con aires de largo plazo, de escritura de fondo.
Yoeces en parte, pero a la vez muy poco mías y raptadas por mi lente generalista, que me refracta y aleja.
Estoy en un avión, un autobús de Ryanair, esa empresa que vende pasajes de avión a Europa por 5 € y cotiza en el Nasdaq. Empresa que come terreno a las compañías viejas, esas empresas de corte aristocrático y modales anquilosados, que han sido sacudidas por una compañía adolescente y gritona.
La luna en el mar riela, sí, y mete una mano a Robben en final! [El magma del almacén léxico lanza eruptos y los grita en forma de muletillas, pequeñas estereotipias].
Kerouac, creo que con su "En el camino" baja de cotización a medida que se aleja en el horizonte su tiempo. Fue la primera pateada de Estados Unidos moderna, y ése es el país del road trip, ese pinball aventurero entre ciudades de Norteamérica, la manera artesana y natural de recorrerla, con un utilitario salido de sus tripas, absorbiendo la tradición que aún queda "on the road", antes que se acabe.
Lo de Kerouac es un diario irregular, discutiblemente transgresor, e interesante a ratos cortos. Neil Cassidy es lo delicioso de esos diarios, bendita personalidad hueca y extrema.
El escritor de viajes siempre tiene el momento felpudo. El momento en que enlentece el ritmo del escrito, inspira, y enumera las perlas teóricas del destino.
Procedo. Arena más blanca que lo que pueda la imaginación; trópico, ese punto justo de temperatura, humedad y exhuberancia natural; aguas de lcd que filman mundos dentro de ellas; animales raros y a la vez con ese punto humano tan familiar; exotismo, una película encarnada en que los colores son distintos y los matices dejan de ser pequeños, para ser gruesos y fáciles de ver...
Mònica, en plena razón, maquina grapar las bocas de las "arpías" de atrás. Unas treint, unas cuarentonas con volumen de voz "soy alguien importante" leyendo el periódico mientras vociferan. Nos estamos enterando del color de sus bragas y de la talla de sus cuernos, aún cambiándonos de sitio. Es una algarabía de a dos donde se ha perdido todo rastro de intimidad... ahora nos enteramos de los antidepresivos que toman y demás. Aunque a veces... la solución es mejor si acaba en dos ostias.
Y escribo desde el borbotón en las hojas en blanco que deja un libro de Murakami sobre el/la maratón. Que no creo que acabe de leer nunca.
¿Y qué me dicen de El Secreto? Ese libro triunfador esóterico, que cada año vende cien miles, y que intenta lavar el cerebro a a gente diciendo que para conseguir algo en la vida no hay que parar de desearlo. Otra galleta en plena cara le daría un budista a Ronda Byrne. Hijos, la vida es una montaña rusa, Ronda se sube al éxtasis, a la euforia, para catapultarte un poco arriba en tu pico sinusoidal de buena racha, y luego dejarte en la posterior bajada inevitable. Porque eso es muy de superventas.
Nuestra cenefa sinusoidal de la felicidad, mandala fáctico, pasa por picos y simas, en saint Tropez, y en Alpedrete. Es ventajista hacer de letrero luminoso en plena ascensión, ser la zanahoria que te lleve a la cima. Pero luego no hay deseo ni polichinela que valga, luego viene el descenso, y cuanto más se ha subido, más dura será la caída.
El budismo es dosificación del deseo. El budismo no puede extirparlo, pero lo clasifica como fuente de insatisfacciones inevitables, y sabiamente lo mitiga. Fóllate a ésa pero aténte a las consecuencias. Lucha por ese sueño tan bonito y realizante, pero prevee cierta pensión de fracaso, por realismo vamos.
Los libros de autoayuda tiene su parte de indignos. De folletos que suplen a médicos, a la ciencia, con palabras golosineras. Hay algo de parche, personas parcheras, que por vagancia o por desidia no afrontan por los cuernos las carencias, y sí lo hacen cuando el toro duerme o muere. Los libros de autoayuda son un catálogo de las miserabilidades de los que los leen.
Cabina, cross check.
Llegamos a Barajas.
miércoles, 4 de agosto de 2010
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1 comentario:
Me acabo de acordar de las dos cotorras en especial la morena, ya ronca de tanto hablar, lo raro era que tuviese un hilo de voz...y todavía se extrañaba de que el marido la hubiese abandonado con lo buena mujer que era y lo poco que gastaba..."sólo se había gastado 2000 euros en rebajas", en estos casos el gobierno debería dar ayudas a los maridos valientes que se atreven a abandonarlas y que lo hacen sin darles dos tortas...
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