Leo en la Wiki que “la particularidad de su escritura le hace especialmente intraducible”. No jodamos. Eso es un mérito. Cualquier traductor, con su bagaje medio de lírica y narrativa, se ve impotente para traducir esas simbiosis de palabras sin que se quede retratado, sin que aparezca un guiñapo, un pegote, sin que se firme una impotencia.
Y es que ha de venir un inglés muy inglés, y un poeta muy de lo suyo, para intentar salvar el listón lírico de Pérez Martínez, Francisco. Y aparte debe entender ese español primero.
Creo que es un mérito enorme ser tan difícilmente traducible. Engancharse a los tentáculos traseros de un idioma, y forcejearlo, y que a tan remoto destino bello del lenguaje, no se pueda acceder con ninguna tarjeta magnética standard que descodifican lo que está al uso. Allí, allí se crea, allí se ha de acceder con mapa de vivencias, le ha de entrar a uno en la zambullida el agua del lenguaje en la nariz.
Y que cada palabra done todo su bagaje secular, porque las palabras son cántaros de cosas, son contenedores de arraigos, de matices prístinos, si uno las sabe teclear en el órgano inteligente del lenguaje. Y entonces dejan de existir los sinónimos, el polvo acumulado en las aristas de las palabras es soplado y se vuelven nítidos los bordes de cada palabra, y su significado se vuelve punza, y se clava en lo real.
Y afortunadamente, el lenguaje de cada región es como un compendio de recetas culinarias que nada tiene que ver unas con otras entre países. Una paella y unos pierogis polacos tiene algo de antípodas entre ellos, de totalmente distintos. El español y el alemán también, pueden ser imitables, pero si desplegamos su especifidad, su pureza, son dos planetas alejados miles de kilómetros y cientos de años. Se puede bailar el alemán, pero no se puede poseerlo, emanarlo, como sale de un teutón. Los españoles dan español, las vacas leche, y los alemanes alemán. Oiga.
Y en Umbral emana un lenguaje más rico en matices, más arañado de su pureza, más mágico al ser tallado y extraído a la manchada realidad de las cosas, porque el lenguaje es un gran estante donde los hombres depositan ingenio a lo largo de los siglos, es una construcción colectiva que se amontona y se deja allí desordenada, pero cuajando en algunas partes pura iluminación y lucidez. Entonces va allí Umbral y ficha de entre esa masa todas aquellas unidades heredadas, y elabora una receta a fuego lento, con una mano que le sale de la cabeza, y es a la vez mano de otras manos, de una forma magistral y creando un precedente.
El guiso de Umbral es muy afortunado. Es un cocinero, un gulas de las palabras, bulímico de ellas, que nació con el don de escoger siempre una buena materia primera, y luego prepararlas, muy de tapa, muy súbitamente, con unas combinaciones, con unas cocciones sutiles, que al probarlas simplemente se salían. Y me quedo corto. Los hallazgos en Umbral, son de una lucidez de bestia, que atraviesa varias capas en variadas direcciones a la vez, que conecta todos esos entes cosidos por una palabra estirada y multiforme, en una especie de joyas a la medida estéticas, y a la vez filosóficas.
Intraducible. Pues claro coño. Como tiene que ser.
O va a venir un tío de otra cultura y se va a meter a manosear en la máquina depurada por siglos de un idioma, y va a suponer una serie de funcionamientos íntimos con etiquetas foráneas. Vamos, lo que se hace cada día.
Puto Oslo.
sábado, 31 de julio de 2010
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1 comentario:
Conzoco a un tal JoSant que para mi casi no es intraducible si no inteligible , leo y vuelvo a leer sus entradas intentandolas entender o al menos saber de que van , pero el 75% de las veces me rindo , eso si por lo que veo con tal flujo de comentarios no debo ser el unico .
( sigo sin poder poner acentos )
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