Me quito el ayuno del día y quizás de semanas, desayuno del alma aquí en el negocio con Umbral, con Su "cela un cadáver exquisito", que el muy bribón denota con un exquisito aplicable de todas a su propio libro.
Ah el tema de hacerse con el oficio de escritor. Como relucen esas memorias de cuando los aspirantes acudían al café Gijón y similares, y como esa pureza que tienen los artistas nacidos para ello, con todo el mercantilismo olvidado, era conseguida y no sólo soñada por algunos de ellos. Cuanto se pagaría oiga, por estar una tarde en el Gijón con Ortega y Gasset en la barra, Cela al fondo, Umbral entrando por la puerta... Eso sí bien merece ese hábito estúpido de tomar café, esa megaexcusa de brebaje que no viene a cuento por cierto.
Hoy en día todo está más transido de chirivitas. Para ser escritor uno debe de ir con cuidado con las chirivitas. Tanto marketing, tantos colores, tanta comercio que aúna consumo.
Madrid debería tener una estación de Metro que se llamase Chirivitas.
Callao, Antón Martín, Recoletos, y Chirivitas.
Le pega.
(puede que continúe...)
sábado, 10 de julio de 2010
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