¿Habría algo, más nihilista, que un maratón? ¿Un vulcanizar el cuerpo de fatiga hasta la extenuación, hacer una pirámide de meses con cienmiles de requeteesfuerzos, para correr cuarenta y dos mil metros sin cese aleatoriamente, llegar a una línea arbitraria, e irse para casa a leer el periódico?
Esta locura, no es un acto psicótico sino un hábito bastante encajado en el haber de gente cuerda.
¿Por qué tanto correr, y correr, y correr
Zapeamos ahora a la frase"deporte como gran metáfora de la vida". Pero la palabra metáfora no es suficiente. No se trata de una imagen, esto es una encarnación, y aún más, en cada fibra del músculo y en cada célula oxigenada, es casi, "deporte como transfiguración de la vida".
¿Pero qué valida este acto tan nihilista y muy Forrest Gump, de ponerse a correr y no parar, hasta pasado un tiempo más allá de lo prudencial y lo funcional? Puede ser que el maratón sea el gran workshop personal, el lugar de tallarse uno, un garaje disfrazado donde uno se cultiva a base de zancadas. Y obviamente, el rincón de la épica personal.
Cualquiera no se alista en un taller, en esta mili-tancia fondista, porque sí. Las motivaciones subterráneas para ser un marathon man, o para ser misionero, no son ni azarosas ni un capricho. Ha de existir un perfil épico que cubrir, y una focalización en el atletismo como medio y uso para ello. Hay gente con necesidades épicas, con perenne actitud heroica, y los hay con necesidades dramáticas y/o exhibicionistas, que son otro tipo. Y aunque no guste, todo el que va a una justa, duelo, o batalla épica, contiene algo de desesperación, de frenesí impulsivo a la batalla, más como un acto simbólico, hasta junguiano, que no como acto productivo o funcional.
Todos ellos tienen sus trabajos, su esfera oficial, y su ámbito afectivo, pero el desgarro titánico, es el hobby que acompaña y sustenta, acaba de dar sentido, a ese conjunto de haberes personales. Tan propio y difícil de entender, como el que perfila su sentido en la vida, construyendo maquetas faraónicas a base de palillos. Esas aficiones locas, pero que también cimentan y rellenan los huecos constitucionales de nuestras vidas abaldosadas.
Yo si fuera un dictador, prohibiría los maratones, en esa ruleta caprichosa de decisiones propia de los caudillos idos, y también, de las democracias imperfectas que prohiben sustancias a dedo de alcahueta civilizada.
Hay mucha compulsión en el maratón, mucha irracionalidad largamente suspendida. Hasta podría hablarse que la intelectualidad se gripa o margina de forma manifiesta, forrestgumpianamente.
Un sabueso detective de los más allás del psiquismo, podría poner en duda los beneficios sociales mediatos, de la celebración de misas masoquistas corridas en masa. Pero eso hoy en día, sería mucho especular. Lo dejaremos para los mozos de los siglos veintidós y posteriores, pues es un hueso a roer más de sus tiempos. Un abrazo, agur!
lunes, 15 de marzo de 2010
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