viernes, 19 de marzo de 2010

Pizzeria Uno, Ontario Street



Hoy en la pizzeria Uno, donde se inventó la deep dish pizza hace unas cuantas décadas. Ambiente muy de escena de Fama en bar italoamericano.
Voy espitado, algo anfetamínico, porque mi horario permanece loco ya varios días. Mañana si no falla, vendrá el tercer ojo, de tan removida que está mi melatonina y mis patrones sueño-luz. Soy un hámster acelerado dando vueltas a la noria del jet lag.
Aparte de la descripción, todo controlado, a una mala me pongo en serio a dormir y ya está. Estoy acostumbrado, en Cuba todo acabó con un hiperciclo descomposición-restreñimiento mutado de uno a otro en cuestión de horas. El soma está girado por dentro, y va dando piruetas. En Japón, me salió un tercer ojo lúcido, aceleradísimo pero gnóstico gnóstico. En Brasil, una caipivodka asesina se llevó por delante el desasosiego en un resacón olímpico. En el próximo viaje, o tomo medidas o me llevo una rueda de hámster para las noches. Nunca mais.

Hoy fui al planetario Adler, uno de los mejores de la Tierra. He revisado allí mi noción de lo minúsculos que somos en relación al todo, hay billones de galaxias con billones de estrellas , el asteroide alrededor de una en el que vivimos es una chusta, un mierdal pinchado en un palo, somos la nada de la nada coma cero uno. Y aún así, las cosas que pasan por el mundo.
Esta noche, ajena a nuestra no significancia universal, me veré el musical Billy Elliot que hoy se estrena en Chicago. Mañana os cuento sobre las tres horejas de música y baile.
Qué tardará más el cerdo de ayer, la pizza de hoy, o la sopa de mañana?
Házme una canción, hipnotiza el pensamiento con ese código jugón y bailongo. Inhibe y apaga las grandes pantallas del megacine psicológico, gran, amigo, Frank

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