No vino el tercer ojo. A las 4 de la mañana am empezó la bomba de un cólico nefrítico. Estirado como un perro en la cama, haciendo respiración de yoga sin saber como, masajeándome el costado ya frío y entumecido con la mayor intuición del mundo. Me visto como puedo, esta vez no fui en calzoncillos de micky mouse al hospital como en Mataró, e intento renquear como pueda a una farmacia a conseguir analgésico para caballos. Subo a un taxi, porque no llego a la manzana de la esquina, y al taxista se la suda lo que me pasa y no me lleva. La educación anglosajona se la pueden meter por los muertos que han causado en Irak. Hipocresía nacional.
Cojo otro taxi con más suerte que me lleva a la esquina, cargo con analgésicos, y hacia el hospital, que por suerte está muy cerca. Dos inyecciones de morfina, una prueba incomodísima de rayos X que he de parar a la mitad, sesión de 5 horas más jodido que ninguno, hasta que llega el mágico voltarén y todo se calma. Me dan el alta, sigo con medicación, algo renqueante. Pero más se perdió conociendo a Eduardo Laporte por ejemplo.
viernes, 19 de marzo de 2010
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