Partido de solteros contra casados + Suicidio nunca = La mierda del hombre + Soy feliz

Solemos olvidarnos de las épocas desdichadas, de esos períodos críticos en los que sufrimos agudamente, en que el tiempo-se-estira y tenemos que montar una consultoría propia que parece eterna, analizando nuestro estado de ánimo enfermo de forma constante. Basta entrar en una dinámica estable, pasar una frontera a un país cotidiano más robusto, para no echar la vista atrás y sentir como esos malestares profundos parecían de otro.

Se pasa de una condición disgregada y preciosista, con huecos y agujeros donde reverbera el eco profundo del sinsentido, a una condición compacta, un modus vivendi homogéneo y en bloque que no permite rendijas ni vacilaciones. La vida individual, malformación del siglo XX, con una libertad excesiva para algo endeble como el ser humano por muy nietzscheano o genialoide que sea, versus la vida con ataduras, libertad entregada a los otros, mañanas de sábado con críos e hipoteca mirándote de reojo. La segunda avanza en bloque, como el caballo del ajedrez, robusta y sana, menos libre y protagonista y suya, quizás como ha de ser. El riesgo es ir a parar todos juntos a un lugar equivocado, o hasta desolado y sin ascensor.

Pero siempre es una pérdida en compañía, una derrota no abultada, una digna conclusión. Y es que la vida tiene más de poder llegar a viejo, como vida, que no de brindar con porcelana sobre la felicidad cristalina. La vida compacta es un vehículo para recorrerla, de hecho siempre lo ha sido, es el utilitario más comprado por nuestras almas, como que hay una impronta familiar en las especies, más o menos rebelde, pero concluyente. Recorrer la vida es tal vez lo máximo que tendríamos que soñar, poder ir partido a partido en esta liga casi infinita, conformarse con acabar la maratón, que quién somos nosotros para aspirar a hacer marca. Ale metáforas.

El ser humano, que cada vez me parece más deficitario y lamentable como criatura, bien incluido el menda, pese a que aparezcamos en estatuas y sellos, y nos vistamos y arreglemos como señores dignos... no debería aspirar a metas de criatura superior. Sí, que el hombre es un dios cuando sueña y un mendigo cuando piensa, eso, y un gusano cuando sufre o un loco cuando siente. Todos llevamos una mierda dentro, y en el fondo somos una mierda de seres. Patéticos, y ridículos.
A partir de allí, todo es intentar disfrutar y entretenerse con nuestros juegos, ser más animales, no tan falsamente humanos, y seguir haciendo lo mismo que hemos estado haciendo, nuestro Mejunge Intermedio de: pretender ser especiales, dignificar la paz, mientras ponemos bombas, intentamos amar, hacemos roperos cada vez más grandes, llenamos más estadios de fútbol, curamos más enfermedades, reducimos guerras, ampliamos terrorismo, somos padres más comprensivos, compramos todo a nuestros hijos a cambio de tiempo, etc etc etc
Conclusión: Qué maravilloso es ser una mierda y estar medio loco y encarnar un ser tan contradictorio, aunque nadie lo diga, cuántos trillones de euros vale nuestra vida.