[...] Son las siete y el decorado de la ciudad amaneciendo es otra estampa zen. Dichosa serenidad, ando tan sobrado que casi no necesito la luz de la lámpara y su efecto amplificador para creerme la escena... La vuelvo a encender, y la fe retorna a la velocidad de la luz.
Y si animales estéticos como somos, todo fuese cuestión de un decorado, biológico? Y si el mundo de las ideas fuera un gran cementerio de vida? Y la Razón, un craso error de voz grave?
Al final, el duende que tenemos dentro hace el saque del día traccionando en lo que ve y oye al despertarse. Luego como una computadora emocional es una aguja audaz que enhebra hectáreas del fondo de nuestra mente en minutos y borda breves lineas plenas de sentido.
Como lo hace no lo sé, cómo se despeña luego tampoco.
Pero da tranquilidad contener un engendro bestial, superhéroe de bolsillo dentro, que se cambia en cualquier cabina cuando la situación lo requiere.
1 comentario:
Jordi, te visito porque hoy te he recordado.
Si me lees, dí algo luminoso. Como antaño...
Yo tampoco escribo con orden temporal. Demasiadas cosas urgentes que apartan lo importante...
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