Hemos aterrizado sin amerizar en Malta, ignorándolo todo acerca de nuestro destino. Esto le sucede a veces al viajero empedernido, el que con su promiscuidad nómada, ha perdido ya la inocencia del que pone su suerte cotidiana en una maleta. Encontrar un billete de 20 euros ida y vuelta a lo remoto del Mediterráneo, hace clicar al vuelo la pestaña de comprar, como quien se hace con un buen abrigo rebajado hasta la ganga en un paseo. Incluso luego ya se verá si nos lo ponemos o no, si acabamos yendo a Malta o no.
Y aquí estamos, en esa isla perdida y sola lejos ya del sur de Italia. Una isla pequeña que es un pueblo costero toda ella, con la melancolía vestida aún en las calles de los pueblos de playa en invierno. Isla polvorienta, a medio camino entre la aridez mediterránea y lo desértico del norte de África, con pueblos que tienen algo de pesebre de Navidad, amontonamientos de casas que parecen de tierra, de polvo, semi-hebreas, pre-tombuctú. Lo mas atractivo de la isla es un puerto natural angosto de decenas de kilometros alrededor de la capital y pueblos limitrofes, que se adentra y aleja en las ciudades formando canales y bahias a cholon.
La sorpresa viene al ver que conducen por la derecha, que tienen partido laborista, que puedes comprar fish and chips. Malta ha sido colonia británica. En un lugar casi tan lejano y en rodeo por mar como América, los ingleses la colonizaron con ese ansia de quien podría haber colonizado el desierto del Gobi o el barrio del Bronx, daba igual, con tal de expandirse. No sé cuando los ingleses decidieron matarse bebiendo, pero debe tener que ver con esa contracción o decadencia crónica que experimentaron al volver a quedarse con su territorio original, que les lleva a comer bocadillos de pepino y chopped, y volver a Benidorm buscando a un Pajares y un Esteso que no existen.
Las excursiones de fin de semana en el siglo XXI son con estos costes, posibles ya a toda Europa, semos europeos, mucho más gracias a Ryanair. Escapadas con buena compañía que son una breve desconexión y un adentrarse los pies en otra cultura y parajes. Son miniviajes que tiñen de un color diferente la semana, lejos también de los hondos viajes transformadores y profesores que le invaden a uno de todo un continente de posibilidades ajenas.
Pero una alegría del progreso, del rechazo a lo medieval de nuestros tiempos, son estas puertas a Europa en la pantalla de mi ordenador.
domingo, 18 de enero de 2009
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6 comentarios:
Bueno Jordi, aunque a los 32 parece que se pierden inocencias,- no sólo de viajero.-..Se vuelven a recuperar pasados los 49.Te lo fío lejos?? No creas. Cada momento son todos los momentos...
Y como además los excursionistas nos hemos olvidado el carnet de identidad encima del piano... Pues a disfrutar de todo con todos!!!!!
Y si por 20 euros ya llegas a amerizar hubiera sido demasié el lujazo, porque lo de amerizar suena de lujo. JAJA!!
Felicidadeeees!!! Auqnue no sé si el cumple es tuyo o de tu acompañante. ¿De verdad no conocías nada de Malta? ¿y el whisky????
Jordi!!!. Muchas felicidades!!!. Acuerdate de jugar a fútbol en Malta que dicen que se meten muchos goles!!!!.
Un abrazo!!!.
La inocencia es algo que solo te pueden devolver, la de uno es no reutilizable creo, como otra piel mudada que cayo.
Gracias por las felicitaciones, aunque cada vez soy mas anti-cumpleanos, aparte de anti-navidad y todo eso : )
Un abrazo!
Envidia me das con esos viajes corto-malteses. Coño, que fue tu cumpleaños: FELICIDADES. Veo tu viaje como algo breve efímero, como un viaje post más que un viaje relato corto, que es lo son hoy los viajes. El viaje-novela está en vías de extinción. Un abrazo!
Sí, Náufrago viajo en modo post, sorbiendo destinos, y alterno con viajes-novela corta estirando más la psique en estancias prolongadas.
El viaje-novela caerá pronto o temprano en el futuro, aquel de abandonar el hogar y vivir transitando durante meses.
Si acabamos yendo a Cuba esta primavera será un viaje pozo.
Haremos un pozo que no se extinguirá en el aeropuerto de llegada, si no que quedará abierto Habana adentro, Camagüey afuera
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