Somos
una colonia del verano. De ser una estancia donde conquistábamos la
vida cada curva del año, de ahora en adelante el verano nos subsume
a nosotros bajo las órdenes del calor. El cambio de régimen del
verano de 2015.
El
golpe de primeros de julio cuando entró exagerado y descomunal hasta
convertirse en norma, y nosotros aturdidos sin apenas constatarlo,
dominados. Los días iban pasando y el verano de todos los años ya
era otra cosa. Tampoco lo proclamábamos pues bastante teníamos con
sufrirlo, dormir poco, ventilar el agobio, zambullirse a riesgo de
sofoco, esconder la factura del aire acondicionado. No servía de
conversación de ascensor pues el sudor ya terminaba cualquier
discurso de la mirada diplomática.
Zombis
de calor, disminuidos térmicos, acabamos dimitiendo del verano. El
guiso emocional y aventurero de la estación balneario había
cambiado de temperatura y su receta milenaria se iba al traste.
Y yo ya soy un animal ex-tropical. En el verano de 2015 me cansé de los veranos, dejaron de ser sagrados y anhelados, me acordé del antipático invierno, y empecé a amar más al entretiempo, como una separación y cambio definitivo de cónyuge climático.
Y yo ya soy un animal ex-tropical. En el verano de 2015 me cansé de los veranos, dejaron de ser sagrados y anhelados, me acordé del antipático invierno, y empecé a amar más al entretiempo, como una separación y cambio definitivo de cónyuge climático.
No hay comentarios:
Publicar un comentario