Menos mal que en estos días lánguidos y azules la inspiración funciona mejor y aparecen los temas escondidos, y como duendes sacan sus cabezas blandas por compasión, y por qué coño, porque no hacen nada medrando ociosos en la nada. Ahora entiendo a tanto escritor bueno desgraciado claro.
Pensaba hace nada en el agua de la pica, limpiando los sovacos a unos mejillones, de por qué iba a ser yo catalanista o muchos de mis iguales. La típica intelectualidad de pica. Por qué habiendo tenido una familia con muy pocas generaciones de aquí, sin hablar ni mamar en casa la cultura catalana, si habiendo ido a un colegio religioso más que castellanizado, y creciendo en una incipiente atmósfera catalanista post-dictadura, a qué iba a salir yo catalanista, o tantos coétaneos que conozco, todos con biberón ajeno e infancia mesetaria. Éramos una casuística bastante de libro: de una homogeneización españolista y un eslabón más a la extinción catalanista.
Sin embargo, nos han crecido las ganas de no formar parte de España, mira por donde. Y es que en esta península, hasta los checos se harían catalanistas.
Si resulta, que existe un españolismo dogmático-punto de partida sinequanon, escrito en unas tablas de la ley antes de la Historia, y que lo han apuntalado y siguen llevando en procesión, precisamente las almas más miserables de la vida pública española, todas ellas abrazadas y exculpadoras de un recuerdo fausto de asesinatos y voces atipladas, que nos hicieron un país retrasado, cutre y mongolo, y encima tienen siempre el tic de la tírria hacia los territorios con dialezto... pues blanco y en botella leche. Si aunque fuera húngaro, por decirlo llana y humanamente, no querría compartir estancia con hijos malnacidos de fascistas no reinsertados.
Por otro lado, hace mucha gracia la idea-pingo del federalismo. Nunca un concepto de ese tamaño permaneció con tanto polvo en el limbo. No se sabe si es una bola de polvo, una idea, una aplicación de smartphone, o la solución provisional de este país. Ni que fuera una idea bastarda a la que ni siquiera se le puede hacer una maqueta. Después de todo, un país tercermundista y banal como Alemania lo es.
Las Dos Españas, ése es el debate intelectual folclórico que sí que tiene polvo. La realidad es otra. Para empezar, existe una máquina de fabricar nacionalistas en serie, que es el PP. Su extremismo y maneras, su cita habitual con faltar a la verdad, hace aflorar la mierda guardada debajo de las moquetas durante décadas. Y como huele llegando a apestar, por mucho Garzón que exterminen asociaciones falangistas, se pueden olvidar ad eternum en Catalunya y en el País Vasco de rascar ellos el poder, a menos que sea con la neurótica y obsesiva práctica de vedette cabaretera de ASCcho.
Mientras tanto se recupera cultura ensangrentada, vernácula, desenterrada, que aporta gramos a la levadura de una no-dependencia de figuras macabras con la decencia. Al final uno es de donde se siente, y excluye a los que no quiere en su comunidad, abc de la psicología social. En esta sociedad, las líneas de las fronteras se pintan solas, no las repinta ninguna formación independentista ni la fanfarria de los partidos. Y se da la mala suerte que dos pueblos vecinos se han llevado y se llevan mal, que el catalanismo común y el españolismo uno grande y libre se llevan peor que austríacos y portugueses, pero bastante peor.
Al final, tendría más sentido una confederación de vascos, catalanes y todo el que se quiera sumar por el norte, y otra confederación de madrileños, castellanos, valencianos y gallegos (creo que dejan claro sus filias), con una Extremadura independiente, y una Andalucía que pilotase el despertar norafricano. Spain is differen. (to be continued)
Pensaba hace nada en el agua de la pica, limpiando los sovacos a unos mejillones, de por qué iba a ser yo catalanista o muchos de mis iguales. La típica intelectualidad de pica. Por qué habiendo tenido una familia con muy pocas generaciones de aquí, sin hablar ni mamar en casa la cultura catalana, si habiendo ido a un colegio religioso más que castellanizado, y creciendo en una incipiente atmósfera catalanista post-dictadura, a qué iba a salir yo catalanista, o tantos coétaneos que conozco, todos con biberón ajeno e infancia mesetaria. Éramos una casuística bastante de libro: de una homogeneización españolista y un eslabón más a la extinción catalanista.
Sin embargo, nos han crecido las ganas de no formar parte de España, mira por donde. Y es que en esta península, hasta los checos se harían catalanistas.
Si resulta, que existe un españolismo dogmático-punto de partida sinequanon, escrito en unas tablas de la ley antes de la Historia, y que lo han apuntalado y siguen llevando en procesión, precisamente las almas más miserables de la vida pública española, todas ellas abrazadas y exculpadoras de un recuerdo fausto de asesinatos y voces atipladas, que nos hicieron un país retrasado, cutre y mongolo, y encima tienen siempre el tic de la tírria hacia los territorios con dialezto... pues blanco y en botella leche. Si aunque fuera húngaro, por decirlo llana y humanamente, no querría compartir estancia con hijos malnacidos de fascistas no reinsertados.
Por otro lado, hace mucha gracia la idea-pingo del federalismo. Nunca un concepto de ese tamaño permaneció con tanto polvo en el limbo. No se sabe si es una bola de polvo, una idea, una aplicación de smartphone, o la solución provisional de este país. Ni que fuera una idea bastarda a la que ni siquiera se le puede hacer una maqueta. Después de todo, un país tercermundista y banal como Alemania lo es.
Las Dos Españas, ése es el debate intelectual folclórico que sí que tiene polvo. La realidad es otra. Para empezar, existe una máquina de fabricar nacionalistas en serie, que es el PP. Su extremismo y maneras, su cita habitual con faltar a la verdad, hace aflorar la mierda guardada debajo de las moquetas durante décadas. Y como huele llegando a apestar, por mucho Garzón que exterminen asociaciones falangistas, se pueden olvidar ad eternum en Catalunya y en el País Vasco de rascar ellos el poder, a menos que sea con la neurótica y obsesiva práctica de vedette cabaretera de ASCcho.
Mientras tanto se recupera cultura ensangrentada, vernácula, desenterrada, que aporta gramos a la levadura de una no-dependencia de figuras macabras con la decencia. Al final uno es de donde se siente, y excluye a los que no quiere en su comunidad, abc de la psicología social. En esta sociedad, las líneas de las fronteras se pintan solas, no las repinta ninguna formación independentista ni la fanfarria de los partidos. Y se da la mala suerte que dos pueblos vecinos se han llevado y se llevan mal, que el catalanismo común y el españolismo uno grande y libre se llevan peor que austríacos y portugueses, pero bastante peor.
Al final, tendría más sentido una confederación de vascos, catalanes y todo el que se quiera sumar por el norte, y otra confederación de madrileños, castellanos, valencianos y gallegos (creo que dejan claro sus filias), con una Extremadura independiente, y una Andalucía que pilotase el despertar norafricano. Spain is differen. (to be continued)
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