Escribo tullido en una de las pantallas del trabajo, mientras las otras a lado y lado, siguen burbujeando números, calientes en su neutra apariencia de software; como cenizas o ruinas aún vivas de un día histórico en esta crisis de las crisis universales.
O eso parece. Hoy el mercado, o el corazón pantalla de las cifras del mundo, ha sangrado, también en su apariencia aséptica de número.
Los números sangran. Cuando son sorbidos, inhalados, arrasados, tal vertiginosidad duele a los propios números. Y cuando los números supuran, los tiempos para la lírica ya son nefastos/horrendos. El mundo puede haber enfermado como desde la Segunda Guerra mundial, ays calamidad, ni cristo sabe cómo echarle sal a esto.
Yo me voy a Brasil.
Un viaje ya planeado, y hoy me fui a pinchar de todas las vacunas necesarias para sobrevolar el Amazonas unos pocos días.
Medité en la sala de espera sobre la vida-más-allá de una auxiliar de enfermera, recepcionista de pacientes. Aquella que pide la tarjeta sanitaria pública que todo el mundo se deja.
Clavada en su casilla perpetua cada día y en su devenir rutinario administrativo con entorno windows... tiene una rendija, una cuerda como todos para estar en el cosmos, en su silla de Carrefour, condenada a un metro cuadrado del servicio de medicina tropical de la Generalitat.
Por más o menos avezado que sea su ojo, tarde o temprano cabalgará por ese desfile de seres abonados a la sanidad pública, apellidos varios, gesticulaciones diversas, acompañantes de piedra, y caerá en la cuenta del observatorio humano que el sino le ha deparado.
Quizá su filón recaiga en la excusa-patrón que cada cual le suelta ante la solicitud de su tarjeta sanitaria: los naturales, los sinceros, los programados, los teatreros, incluso los precavidos que la llevan, todo un tropel de caracteres ante la excusa a formular por su despiste.
Y ella cada cita programada ahí, como conserge y guardiana de ese trámite automatizado pero tan de su dominio eterno, una profesional de la demanda de tarjeta sanitaria, ante un ocasional abonado debutando en esta papeleta.
Pueden pasar más o menos años, pero esa persona tiene un máster en psicología humana por poco que se esmere. Sabe desvelar los silencios, inflexiones, entonaciones, contextos humanos, que acompañan a la urgente excusa, sabe calar a las personas en esa premura que ella presencia cada día.
Y así, el resto de los mortales sin necesidad de estudiar, leer, ser ministros, o botánicos doctores. Por suerte la existencia posee muchos chamizos desocupados en que nos podemos empeñar en ser todo lo contrario a lo que se nos pide o nos pagan. Incluso para ser escribiente en medio de pantallas de bolsa.
El sábado parto para Sao Paulo, donde visitaré a un amigo que trabaja y vive en Brasil hace años. Vacunado estoy de fiebre amarilla para visitar el Amazonas (yo me excusé con un "creía que la llevaba pero veo que no", totalmente programado).
La coincidencia hizo que pueda estar allí para los carnavales de Río. Y unos últimos días en la sureña Florianópolis complementarán las estancias en la capital paulista.
Tengo todavía pendientes muchos preparativos y será difícil postear estos días. Una vez en el avión para Brasil, todo cambiará y dispondré de más que tiempo. Así que nos leemos pronto desde el gran y tropical y gran Brasil, contando cosas nuevas de este sano mundo enfermo que sigue sorprendiendo. Un saludo!
martes, 10 de febrero de 2009
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4 comentarios:
Pues mi amiga brasileña Solange, que vive en Madrid parte del año, vuelve de Recife este sábado. Unos van y otros vienen. La vida!!!
Y mientras donjordi vuela a tierras lejanas ,
las letras buscarán rincones donde las palabras signifiquen más,
y los colores saltarán al cielo para jugar.
Y seguirán apareciendo a nuestro lado personas capaces de hacer poesía con la prosa cotidiana,
mientras los números bailan claqué.
Olé! Y buen viaje!
Como dicen de otra comentarista de este blós, si en el diccionario buscan la palabra optimismo, sale tu foto Carmen. Eres lo que a las pilas el polo positivo, quién será el negativo
Un abrazote, y sí, estoy bien, sólo pinchado por unas vacunas. Agur!
Agur maitea!
Qué envidia, Jordi. Te guardamos el sitio con la condición de que cuando vuelvas nos lo cuentes todo, desde dentro, como tú sabes.
(yo también ando últimamente atareada y con tiempo escaso para hacer blogging...).
Beso y boa viagem.
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