Una teoría como la de Santiago Niño Becerra atrae a mentes alternativas y gente que lleva mucho tiempo pensando que en este mundo hay mucho subnormal suelto, entre los cuales me incluyo. En el 2008 era un teoría en cuarentena, cuatro años más tarde su cotización ha subido, y de aquí cuatro más, los tristes dos mil seguidores que tiene en Twitter, podrían ser cien miles. De hecho, tiene tiempo para responder las preguntas que sus followers le hacen cada día. No es el único economista que expone un agotamiento de nuestro sistema económico: Sampedro, Bill Gross, la escuela de Viena, son algunos ejemplos notables de una visión similar.
Pensemos también, que si el sistema se estuviese colapsando, sería condición que tal afirmación viniese de fuera del propio sistema. Que todos los analistas en boga, perteneciesen al propio sistema que va a la deriva, que los expertos y guías de los cuales se ha dotado, favoreciesen políticas que irremediablemente condujesen al colapso. (Y eso nos empieza a sonar). Los profetas siempre suelen ser desconocidos. Si no estabas en la cabina de mando, poco importaba que advirtieses del riesgo de colisión con un iceberg en un camarote secundario del Titanic.
Sin embargo, al leer a Niño Becerra también sientes cosas que chirrían. Aparte de que versa sobre Estructura Económica, terreno movedizo para su verificación como los filósofos han debatido siglos sobre la existencia o no de Dios, en un empate amañado... hay énfasis detectables en los libros y artículos de Niño Becerra que delatan previsiones más caprichosas.
Hay cierto recreamiento a veces en la catástrofe, un subrayar consecuencias nefastas, repetidas o tituladas alguna vez más de la cuenta, con estilo seco o sin ápice de mínima solidaridad en ellas. No sé si ello es fruto de "existir en un desierto", seguro de sus predicciones pero marginado por la fe capitalista, pero cualquier rebote emocional resultante sólo hará emborronar su modelo. Que por otro lado, tiralínea fría y asépticamente sin rabias ni buscando absolutamente ningún culpable, asumiendo el desarrollo de un sistema histórico inevitable a gran escala, con nuestra especie y sus circunstancias como protagonista.
Aparte, en sus artículos de 2007 preveía un colapso del sistema mucho más temprano, allá por 2011. Y ahora ha reorientado el modelo hacia un colapso más a cámara lenta que alcanza hasta 2023. No se le puede pedir a un estudioso de la Estructura económica, concreciones de meses o años, pero en este caso Niño Becerra se excede y sí realiza esas predicciones, exponiéndose a errores francos. No obstante, su tesis, crisis sistémica de larga duración, por un crecimiento final aguantando por los alfileres del crédito, que conduce a un colapso del sistema por una deuda impagable, que ya no puede esconder una crisis de recursos en último término, sigue vigente y plausible hasta que la maraña de hechos macroeconómicos nos demuestren lo contrario.
Pensemos también, que si el sistema se estuviese colapsando, sería condición que tal afirmación viniese de fuera del propio sistema. Que todos los analistas en boga, perteneciesen al propio sistema que va a la deriva, que los expertos y guías de los cuales se ha dotado, favoreciesen políticas que irremediablemente condujesen al colapso. (Y eso nos empieza a sonar). Los profetas siempre suelen ser desconocidos. Si no estabas en la cabina de mando, poco importaba que advirtieses del riesgo de colisión con un iceberg en un camarote secundario del Titanic.
Sin embargo, al leer a Niño Becerra también sientes cosas que chirrían. Aparte de que versa sobre Estructura Económica, terreno movedizo para su verificación como los filósofos han debatido siglos sobre la existencia o no de Dios, en un empate amañado... hay énfasis detectables en los libros y artículos de Niño Becerra que delatan previsiones más caprichosas.
Hay cierto recreamiento a veces en la catástrofe, un subrayar consecuencias nefastas, repetidas o tituladas alguna vez más de la cuenta, con estilo seco o sin ápice de mínima solidaridad en ellas. No sé si ello es fruto de "existir en un desierto", seguro de sus predicciones pero marginado por la fe capitalista, pero cualquier rebote emocional resultante sólo hará emborronar su modelo. Que por otro lado, tiralínea fría y asépticamente sin rabias ni buscando absolutamente ningún culpable, asumiendo el desarrollo de un sistema histórico inevitable a gran escala, con nuestra especie y sus circunstancias como protagonista.
Aparte, en sus artículos de 2007 preveía un colapso del sistema mucho más temprano, allá por 2011. Y ahora ha reorientado el modelo hacia un colapso más a cámara lenta que alcanza hasta 2023. No se le puede pedir a un estudioso de la Estructura económica, concreciones de meses o años, pero en este caso Niño Becerra se excede y sí realiza esas predicciones, exponiéndose a errores francos. No obstante, su tesis, crisis sistémica de larga duración, por un crecimiento final aguantando por los alfileres del crédito, que conduce a un colapso del sistema por una deuda impagable, que ya no puede esconder una crisis de recursos en último término, sigue vigente y plausible hasta que la maraña de hechos macroeconómicos nos demuestren lo contrario.
2 comentarios:
Haig de reconèixer que escoltant en Sampedro se'm cau la baba... Però és un fet més de cor q no de cap...
Sí, quan apareix la poca saviesa estesa pel món, trempa.
Estem parlant d´un terratrèmol brutal, una cosa que semblaria irreal perquè mai la hem vista.
I que apart seria paradoxal, perquè ens haurien encaminat amb tots el rètols pel camí equivocats.
Si així fos, seria una gran auto-traició de la societat.
El que passa és que sembla molt rocambolesc (cap) però alguna cosa ja ens ensumem (cor).
I una gran catàstrofe només tindria sentit si fa que aquest món acabi millorant...
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