Silencio humano completo en la casa. No hay vida. Noche cerrada, zona de mundo parado. Sólo dos relojes marcan un eco de todo lo demás. Los mato, no suenan ya. En alguna provincia del planeta alguien esculpe una imagen tallada de palabras, que dejará sobre un mueble de la casa.
Y hay otro relojdespertador vivo en la casa. Rompe el efecto maravilloso de que todo el mundo calle. De experimentar el sigilo y aspirarlo. El sigilo se puede llegar a anhelar en este mundo de ruido gratis-a-chorro. Estar despierto mientras todo y todos están en off. La hora que huele a conspiraciones, a momentos idóneos para tramar mientras nada se da cuenta.
Una alarma se dispara en esta región hiperpoblada. Nos recuerda que a tres metros de mí en cuatro direcciones hay un vecino o tres de colmena durmiendo, que todo el espacio a la redonda está trillado y todos han puesto su banderín de coche, de tienda, de perro, de casa, de anuncio, de bus.
Y si nos mudáramos de latitud a una más desierta, echaríamos en falta, como quien tiene mono de decorado urbano y ansia de expectativas aglomeradas. Existe un miedo a la agenda vacía, a ir a parar a un pueblo y ver un horizonte de tiempo destartalado. Los urbanitas si nos echan al campo nos confundimos mucho, somos ajenos a ello, llevamos los barrios y fachadas en las venas. Y nos entra un ansia porque vamos a recibir pocos estímulos, porque no hay esquinas que giren y nos aseguren más calles llenas de cosas que luego nos servirán o no. Es ir a un lugar que no tiene cartas para escoger los menús de las horas. Más que nada un país que no tiene tanto letrero que mirar para estar tranquilo que allí hay de todo anunciado.
Mi perro ladragruñe porque alguien le ha chafado en la cama. En los pueblos chirrían los grillos y parece que las estrellas se mueven y esperan algo titilando encima de la hierba. En la ciudad el hormigón sigue igual de gris, liso y frío que siempre, dispensado de cualquier función estética de por vida. Y yo me conecto con ese canal de la no ciudad sólo a partir de las 2 am del lunes contenido, la única manera que mi cabeza da línea para llegar al campo. Cuando la semana se ha rendido, la gente se dobla dormida hacia el lunes, y el alboroto se vuelve, paz, en esta tregua del hormiguero moderno.
Shhhhhhh, duerman. Buenas noches.
lunes, 1 de febrero de 2010
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