Yo en otra vida, fui psiconauta. A
finales del siglo XX, una vez desestimada cualquier salida académica
en la universidad y fuera de ella, topé con el libro de Escohotado,
Aprender de las drogas. A partir de entonces empecé una carrera de
admiración hacia las sustancias psicodélicas y su potencial
aplicativo. Fueron unos años de consulta de monografías y artículos
continua, con muy poca experimentación. Hasta que colgué las gafas
de esa vocación, por no poderme dedicar profesionalmente a ello, o
me agoté en esa travesía en el desierto.
Me complace hoy en día, ver que el
estudio de las sustancias psicodélicas sigue teniendo fortines que
resisten el vacío de los vacíos. MAPS, la organización científica
de EEUU que experimenta con estas sustancias, sobrevive y sigue
aportando datos sobre ellas a la comunidad científica. Erowid, sigue
siendo una especie de enciclopedia en la red sobre el tema, además
de otras webs afines. Y descubro, que cada año se organizan Jornadas
y Congresos, en diferentes ciudades, como la Psychedemia de
Philadelphia, Bioneers en San Francisco, Horizons en New York o el
Psychedelic Science de Oakland en 2013. En España, estos congresos
también ocurren, encabezados por el antropólogo Josep MariaFericgla, con la presencia de los más destacados investigadores del
mundo. Editorialmente, son los libros de La liebre de Marzo, los
principales en acercarnos obras de autores locales e internacionales.
Sigue siendo territorio marginado y
prohibido por lo que yo creo que es una legislación supersticiosa,
miedosa y moralista. En un futuro, ningún tipo de sustancia será
negado a poder ser investigado, sea blanca, negra, judía, o
prostituta. Sí, hoy en día hay ciertas sustancias oprimidas en una
prisión moral de la humanidad. Es tradición con el pasar de los
siglos, liberar a grupos de ideas de esta cárcel, como en su día
pasó con el heliocentrismo.
Siempre he tenido fe en el potencial de
estas sustancias. Para mí es un ovillo a desenredar, trenzar y
tejer, tampoco son la panacea de todos los problemas. Pero
simplemente tienen una acción que influye en los neurotransmisores
de varias zonas del cerebro, y confieren estados alterados de
conciencia. Es decir, si existe un núcleo cortical encargado de las
funciones superiores de conciencia humana, sería la diana de estas
sustancias. Digamos que ese núcleo que naturalmente existe, acomete
las funciones más íntimas, personales y trascendentes para el
individuo. Es terreno cenagoso sí, la intimidad individual frente a
grandes colectivos suele tener una casuística que va entre el
blindaje y el negocio. Ese espacio rector de la conciencia ha sido
gobernado durante siglos por la religión. Y la ingesta de una
pastilla es hábito aceptadísimo para que te deje de doler la pierna
o se te vayan unos granos por sí solos. Pero para tener una
experiencia mística, como que todavía no pertenece a este mundo
actual.
Entre los legisladores que se acercan
al tema incrédulos e incriminantes, y el gran rebaño que no tiene
esa intrepidez para osar el viaje interior, y sólo lo transitan
equivocados jóvenes con ademán politoxicómano, intrépidos y,
temerarios. Entre tales condiciones, no hay espacio posible para una
corriente suficiente que vehicule y haga trascender los beneficios de
estas sustancias ancestrales y neuroquímicas. Sólo continua el
trabajo en la sombra de tipos dignos de ser conocidos, cosa que espero
ir haciendo a lo largo de mi vida
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