Hay una calle en Bangkok donde se hace cualquier tipo de certificado que necesites: carnet de coche, título de doctorado, certificado de defunción.
Certificar es dar certeza oficial y pública, pero no siempre es algo que emana de lo burocrático. Sostengo, que escribir es una forma de certificar.
En la escritura biográfica o lírica hay un proceso de auscultarnos, tendernos en una camilla y palparnos. Después, mágicamente, tecleamos una serie de palabras que son como la música simultánea de esa exploración. Se nos velan los ojos y un duende nuestro palpa y recorre nuestra vida tendida, mientras otro al mismo tiempo le coge la mano y hace de transmisor y radio de lo que evoca ese palpar. Así es como funciona la biología de un escritor tal como la anatomía de las ranas.
Me imagino que la transmisión, ya depende de unos cilios receptores que se tienen o no. Lo que en el extramundo se conoce por sensibilidad. El hecho de que te salgan, de que eruptes paragráfos que sean la música de una letra episódica, o que transmutes la aséptica memoria en greguerías y color, obedece a una peculiar biología, y su biografía injertada.
Y puede que este complejo mecanismo sea también el sello aburocrático de una forma de certificar. Es la manera que tienen los escritores de certificarse ciertas realidades no tangibles, de que creando se expelan certezas biográficas que no tenían forma definida.
Escribir es reunirse con uno mismo, auscultarse, pensarse de lado, modelarse con fango, y transmitir cual médiums los fonemas que se van desprendiendo.
sábado, 31 de marzo de 2012
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