domingo, 3 de mayo de 2009

Calma S.A.

Interior de una casita de campesino cubano, o guajiro, en el valle de Viñales famoso por sus mogotes a 3 horas oeste de la Habana. Tierra de arenas rojizas que combinan con el verde de las palmas y las plantaciones de tabaco y piña, ecos australianos de paisaje, en un juego de colores seductor, vivaz y singular. Valle de la calma donde las horas se desgranan con el ritmo de la sangre lenta, lugar apartado del mundo como una habitación trasera de la paz.

Aquí uno se deshabaniza, se saca los olores y rumores del urbanismo tropical de la capital. Ayer emulamos a un guajiro, inspeccionando los valles a caballo lento, en una carrera de lentitud de dos jinetes zotes. Hoy nos enrolamos en una excursión algo turistera al cayo Jutías, islita unida por un pedraplén de dos kilómetros al continente. No iremos en ese andar lento de cowboy plano, sino en una clásica buseta de aquí un par de horas.

En las islas tropicales uno tiene a balnerizarse, macerarse en agua y sal, tostarse al sol, rebozarse en fina arena blanda, tratarse con coco y algas, un proceso natural de regeneración agradecido. Hay que ser agradecido a las islas y cayos tropicales. Es una manera de sentirse más vivo por los poros de la piel, se trata de una sensación de viveza principalmente dérmica, y a mí los lugares parece que me conquistan por ahí, así que no me importaría plantar una casa en un país de conquista dérmica de éstos.

Aún nos queda más de un tercio del viaje en la recámara. Tras la intensidad de los primeros días, y la disentería de los segundos, sigue reinando la calma, y no hay ninguna prisa ni aceleración de las vivencias. Los objetivos ya se cumplieron y ahora es un dejarse llevar plácido hasta la fecha de regreso. Los gallos siguen cantando aquí y allá por el valle, Eduardo dormita eficazmente a pesar de todo, el desayuno espera en la mesa con el bañador y las gafas de buceo listos para macerarse en compañía. Todo preparado para que siga la calma.

1 comentario:

Mònica dijo...

Buenas noches desde la veraniega Barcelona quizás hasta más veraniega que Cuba (bueno ahí me he pasado)
Me has trasladado a Viñales con tal descripción, debe ser precioso, aunque en mi tanta calma no sé yo si sería bueno o un poco estresante ya me conoces jajaja.
Eso sí, que envidia ese cayo, esa sensación de dejarse caer en la arena fina, blanca, tumbarse y sentir la arena en la piel, nunca he entendido por que nos privamos de ese placer y ponemos la toalla, es poner una barrera, no querer sentir una de las mejores sensaciones de la vida.
Besos