Vivo mi caos. Mi presente podría incluir en su Bso el tango Volver cantada del revés y en finés. Todos los letreros budistas recomiendan eliminar la actitud de control sobre la propia vida y dejar abierta la architemida caja de
Pandora. En eso estamos. Hemos destruido todos los mapas previsibles. Ya no hay ninguna destinación. Conducimos sin manos en el volante. A lo Google. Fío el destino a la improvisación y la espontaniedad. Ese yo grueso, que no exista apenas. Que mi identidad la velen las experiencias, y que mi firma sea una oquedad en blanco. Quiero ir en un barco con suelo transparente a la locura.
Podría ponerme a trabajar en una empresa y cerrar todas estas escotillas. Podría pitar el fin del partido y firmar un empate lerdo. Podría creer que hay otra vida, que la muerte no ronda y que Dios no abusaba de niños. No quiero esa locura, ni esa mujer cobarde, ni un trabajo crecientemente alienante.
Por todo ello soy un cimarrón de la rutina, y no tengo ninguna. Ejerzo la vida sabática al 90 % sin ninguna voluntad de ello. Es lo que ha tocado y se intentará inventar una forma no patentada de llenarla. Punto.