A los de la editorial les encanta deslizar la imagen de una Feria de Frankfurt infartada, milenizada, cuyos pasillos se parecían al Gran Bazar de Estambul un día de atentados. Cientos de editoriales trajinando arriba y abajo entre frenéticas carreras, para hacerse con los derechos de "También esto pasará". El hecho es que 29, y no 30, 29 editoriales extranjeras compraron esos derechos incluso antes de una primera toma de contacto con su público nacional. El libro apestaba a éxito incluso virgen. La cifra picuda de 29 y no 30, denota como se celebró cada paje del urdu, magiar o malayo, firmando el contrato hacia la audiencia universal. Milena había parido un melocotonazo.
El libro es bueno de cojones. En mucha parte debido a que es una historia autobiográfica con zapatillas de novela. En un mundo editorial tiranizado por la novela, su ejercicio impúdico le obligaba a disfrazarse un poco, no vaya a ser que la falta de ficción y parapeto escandalizase la mente victoriana actual del mercado literario. La vida de milena blanquita de piel, Blanca, engancha porque es de carne y hueso, no de guión. Atrae porque es singular, no es como su blog simpático y de lugares comunes, sino que en el libro muestra un desnudo de su vida compleja y solista, de autor.
Milena sabe donde están sus armas de escritora, y nos las cuela entre capítulos. Su arma, aquella tal vez que heredó y no cita, es la lucidez [relata una madre cableada con la lucidez]. Sus frases demoledoras, a partir de lo anecdótico (aka literatura), sus frases Primeras, de sabia de la tribu, filósofa de paisano, pasan a los anales de sus lectores. La bestia-niña de Milena opone la muerte al sexo, y tras dos milenios de debate estéril, nos convence a unos cuantos y le aplaudimos en una ovación interior y silenciosa, pero en Kerala, Hungría y Sebastopol. Ella seguro que la oye si está en algún escondrijo de Cadaqués. "aunque tal vez los amaneceres, como muchas otras cosas, sólo adquieran su pleno sentido de triunfo y redención en silenciosa compañía".
Dice que no le gustan los escritores que se recreean en su jugo, en su talento. Ya es hora de que alguien quite la licencia a todos esos hijos de puta que hacen talar árboles para zumbarnos descripciones de paisajes, habitaciones y caretos. Busquets Tusquets tira de descripciones interiores, emocionales y/o estéticas, que es de lo que va esto de las humanidades. La fotografía y los globos oculares ya nos sirven para el resto. Editores, apuesten por la lírica, si quieren que les mida 29 cm antes de sacarla, que pasarse pantallas en los videojuegos de da vinci es feo para lectores cardados.
Y no se recrea en su jugo, cosa que ya puede permitirse petisina, nos puedes mostrar tu alma barroca.
La historia se crece cuando aparece Óscar. Nada que ver con los bluffs de los amantes y posibles, que sacan la cabeza entre las páginas del libro. Óscar cabeza de toro es el último gran amor, alguien que aún puede transportarla a la dimensión mágica y grave en que los amantes se transforman en padres algunas noches oscuras. ¿Seguirá en un cuarto libro todavía hablando con su madre? [Irrumpiendo, de repente, celestial] Por qué no. Sería una marca de la casa, un personaje inabarcable e ineludible. Este duelo es la obviedad argumental de la novela. Quizás también el motivo para que la autora por fin fuese escritora, lo que llevaba en ciernes, desmarcándose. No escribe el libro de la madre, escribe su libro personal abriéndonos su vida. Aquello miserable en nosotros que nunca aireamos o lo hacemos convencidos que es otra cosa, como su asignatura pendiente, ser un fraude de adulto, su versión albina del peterpanismo. Nos sirven las aventuras y desventuras cotidianas de Blanca, queremos las secuelas de sus historias porque llevan sus ojos con ella. Sabemos que el final del relato no es gran cosa y hasta un fracaso en sí, pero adoramos los fracasos de Blanca y confiamos en su sabiduría perra y torpona. Como cuando nos hace llorar por el magno personaje de Rey, nos convence de su olvido entre verbenas y calas, pero termina el libro asegurándonos, que al final, se queda, con él.